En 1962 un grupo interracial de estudiantes activistas abordaron autobuses para comenzar un viaje hacia el Profundo Sur. Calificados de “negros y amantes de los negros”, los Viajeros por la Libertad se dedicaron a eliminar la segregación en el transporte interestatal en autobús y a enfrentarse a la injusticia del racismo “Jim Crow.” Finalmente tuvieron éxito y cambiaron el rostro de la política norteamericana.
A partir del 20 de septiembre, un nuevo grupo de viajeros partió desde varias ciudades por todo el país. Los que dirigen el Viaje por la Libertad de Trabajadores Inmigrantes harán más de 100 paradas para hablar en iglesias y sindicatos antes de reunirse con legisladores en Washington, D.C., y luego trasladarse a la ciudad de Nueva York para un mitin masivo el 4 de octubre. Aunque los activistas no estarán sujetos a salvajes golpizas por parte de turbas de blancos airados, han arriesgado su modo de vida para promover la justicia racial y económica.
Estos individuos están exigiendo amnistía para los millones de trabajadores indocumentados en Estados Unidos. Muchos de los viajeros son inmigrantes a los que los patronos han pagado salarios inferiores al mínimo y que los han amenazado con la deportación cuando han exigido condiciones dignas de trabajo. Todos se arriesgan al dar un paso al frente en un clima político que tilda a los inmigrantes de enemigos. Sin embargo, como los nuevos Viajeros por la Libertad están a favor de un programa justo de reforma inmediata, ellos representan una nueva fuerza que será decisiva para derrotar a Bush en su reelección y conformar el futuro de unos Estados Unidos progresistas.
A principio de su presidencia George W. Bush estaba discutiendo un acuerdo con el presidente mexicano Vicente Fox que hubiera creado un nuevo programa del “trabajador invitado” y hubiera aumentado ligeramente las oportunidades para que los trabajadores mexicanos recibieran sus tarjetas verdes (de inmigrantes residentes). Entonces llegó el 11/9. Desde el inicio de la “Guerra contra el Terror”, la administración ha adoptado una actitud hostil hacia los inmigrantes. El Fiscal General John Ashcroft ha dirigido una serie de represivas “inscripciones especiales” para musulmanes. Otras medidas discriminatorias han sido considerar a las comunidades de inmigrantes “culpables hasta que se demuestren inocentes”, y tratar a los no ciudadanos como sospechosos, en vez de una importante fuente de fuerza nacional.
Sin embargo, los argumentos a favor de la reforma siguen siendo vitales. Los Viajeros por la Libertad señalan que los trabajadores inmigrantes desempeñan muchos trabajos indeseables, pero necesarios, y que agregan cada año $10 mil millones de dólares a la economía de EE.UU. Al reconocer estos aportes, algunos conservadores como el Representante Jim Kolbe (republicano por Arizona) se han unido a la petición de una nueva política inmigratoria. Aunque sus propuestas de revivir el restrictivo programa de “trabajador invitado” puede ser imperfecto, tienen un importante argumento de seguridad: que la legalización disminuirá el mercado de documentos falsos y permitiría a los inmigrantes reportar información de abusos sin temor a ser deportados.
De manera más básica, los activistas esperan demostrar que el status actual de los inmigrantes como ciudadanos de segunda clase es una afrenta a los valores democráticos. Como argumentó recientemente la presidenta de los Viajeros por la Libertad María Elena Durazo, los trabajadores inmigrantes son “explotados por patronos inescrupulosos. Son separados de sus familias y se les niega los derechos básicos del debido proceso”.
Además de una amplia amnistía, el movimiento sindical y sus aliados quieren reforzar las protecciones sindicales y acelerar el proceso de ciudadanía y reunificación familiar. Tienen buenas razones para creer que ellos pueden revigorizar una agenda de reformas en un futuro cercano. En su debate del 4 de septiembre en Albuquerque, Nuevo México, los candidatas demócratas trataron de superarse mutuamente en sus promesas. “Yo apoyé la amnistía y estaba preparado para votar a favor de ella desde 1986”, dijo el senador John Kerry. Es un asunto de derechos humanos, un asunto de derechos civiles, un asunto de justicia para los norteamericanos”. Howard Dean agregó que “el hecho de que el 11/ 9 haya afectado nuestra política migratoria… con América Latina es ridículo”.
Claro está, son declaraciones hechas por candidatos deseosos de complacer al electorado latino. Los hispanos sobrepasaron a los afro-norteamericanos este año y se convirtieron en el mayor grupo minoritario del país, según el Buró del Censo. En un análisis excelente del creciente peso de los votantes latinos en el proceso electoral, Nathan Newman, del Gremio Nacional de Abogados, señaló recientemente que aunque los republicanos arrasaron en California en 1994 promoviendo la anti-inmigrante Proposición 187, a la larga se condenaron a sí mismos. Los asiáticos-norteamericanos y los latinos comenzaron a inscribirse para votar como nunca antes y (a pesar del actual fiasco de la revocación) California se convirtió desde entonces en un estado de un solo partido para los demócratas.
Se espera que en el 2004 voten 8 millones de latinos – en comparación con 6 millones en la última elección presidencial, cuando 35% votó por George W. Bush y 62% por Al Gore. Con una cifra mayor en juego, el Presidente Bush no solo tendrá que convencer a un número mayor de latinos y de otras minorías para que voten por él, sino que tendrá que persuadir a un mayor porcentaje de ellos – ya que la misma diferencia en puntos porcentuales significará un mayor número de votos. En futuras elecciones, si los activistas obtienen el derecho al voto para algunos de los 11 millones de latinos no residentes en el país, el voto latino se convertiría de inmediato y de manera masiva en decisivo.
El Partido Demócrata está más que complacido de hacerse de otro grupo importante de votantes, pero su galanteo del voto no garantiza una nueva era liberal. Se sabe que los “nuevos demócratas” centristas han traicionado a las comunidades minoristas al adoptar posiciones “duras” en asuntos de justicia criminal y reforma de asistencia pública como firmes conservadores fiscales y plegándose a los intereses corporativos. Podemos estar seguros de que Karl Rove estará listo para utilizar el aborto y otros temas delicados para atraer a los electores latinos cuando los demócratas titubeen en sus promesas populistas.
Por eso es que el compromiso del movimiento sindical con los trabajadores inmigrantes es decisivo. Durante las últimas dos décadas, sindicatos como el de los empleados de servicio (SEIU), el de los trabajadores de hoteles y restaurantes (HERE) y el sindicato de costureras (unite) han lanzado una agresiva campaña para organizar nuevos miembros y conformar fuerza política alrededor de asuntos de justicia económica. Trabajadores inmigrantes en el rápidamente creciente sector de los servicios de nuestra economía han desempeñado un papel clave en las nuevas campañas de proselitismo. Estos miembros de sindicato han tenido éxito al exigir un nuevo nivel de rendición de cuentas por parte de sus dirigentes electos en lugares como Los Angeles y Las Vegas. A medida que algunos trabajadores latinos se convierten en líderes en el renovado movimiento sindical, están relacionando a sus comunidad con un tipo de progresismo que puede obtener rápidamente el poder para dar la vuelta al firme viraje del Partido Demócrata hacia la derecha.
Como una movilización de amplia base, los Viajeros de hoy se parecen menos a los pequeños y militantes Viajes por la Libertad de 1961 que a la Marcha sobre Washington de 1963, cuyo 40 aniversario se celebró en mayo pasado. Al igual que esa histórica marcha contra la segregación, del Viaje en pro de los derechos de los inmigrantes hará más que llamar la atención de la nación hacia las reformas que se necesitan con urgencia. Será el anuncio de un movimiento cuyo momento ha llegado.