¿Adoptará el nuevo papa la teología de la liberación? La respuesta convencional sería: de eso nada. Sin embargo, sin arriesgarse demasiado, uno pudiera responder en sentido afirmativo. De cierta manera, ambas respuestas probablemente sean correctas.
La posibilidad de que un verdadero radical sea elegido como papa es casi nula. Eso es porque ninguno es candidato. Técnicamente, cualquier hombre católico bautizado puede ser elegido para el cargo. Pero en la práctica, el papa se escoge de entre los cardenales de la iglesia menores de ochenta años. En este punto, los cardenales elegibles fueron nombrados ya fuera por el papa Benedicto XVI o por el papa Juan Pablo II. Ambos hombres nutrieron las filas con cardenales cuyas opiniones van, según palabras de un profesor de religión, de lo conservador a lo ultraconservador.
El teólogo liberal Hans Küng brinda una dura evaluación de la selección que Benedicto hizo del personal del Vaticano. “Bajo el papa alemán, se permitió que llegara al poder una pequeña camarilla italiana que dice que sí a todo, gente sin ninguna simpatía por las exigencias de reforma”, declaró Küng. Ellos son responsables en parte por el estancamiento que reprime cualquier intento de modernización del sistema eclesial”.
La sugerencia más brillante que yo he visto hacer a un candidato que rompería de manera decisiva con las tradiciones establecidas (y que necesitaría provenir de alguien fuera del actual grupo de cardenales) fue publicada por E.J. Dionne en The Washington Post. En una reciente columna titulada “¿La mejor elección de un papa? Una monja”. Dionne argumentó que “Una jerarquía totalmente masculina adoptó políticas para encubrir [el escándalo de abuso sexual que asedia a la iglesia] y parecía demasiado inclinada a proteger la imagen de la iglesia antes de proteger a sus hijos”. Agregó: “A través de la historia, es común que se acuda a mujeres para que arreglen lo que los hombres han hecho mal”.
Como eso no va a suceder, podemos al menos tener la esperanza de un líder que reconozca y valide el crucial trabajo de justicia social realizado en gran medida por monjas, en vez de perder su tiempo reprendiendo a las religiosas.
Uno de los candidatos considerados entre los favoritos en el cónclave papal parecería, a primera vista, ser el adecuado: el cardenal Peter Turkson, de Ghana. Turkson, como africano, no solo eliminaría el bloqueo europeo del papado, sino que pasaría al cargo directamente después de servir como presidente del Concilio Pontificio para la Justicia y la Paz. En ese puesto, Turkson supervisó la revelación de un documento de 2011 que hacía una crítica bastante dura del sistema financiero internacional. Arremetió contra el comercio especulativo, reiteró previas advertencias de la iglesia contra la “idolatría del mercado” y argumentó: “Nadie puede aceptar en consciencia el desarrollo de algunos países en detrimento de otros”. Esto ha provocado que algunos comentaristas sugieran que la teología de la liberación pudiera regresar si Turkson se convierte en papa.
Pero como explica Naunihal Singh en la New Yorker, Turkson tiene un fuerte aspecto conservador. Él es notablemente homofóbico, incluso según las normas de la iglesia, y ha defendido legislación antigay en África y ha vinculado los escándalos de pedofilia en la Iglesia Católica a culturas que permiten la homosexualidad (en vez de a una cultura interna institucional que estima el secreto, la jerarquía y la obediencia). Turkson también provocó un escándalo el año pasado por mostrar a una reunión de funcionarios de la iglesia un desacreditado video antimusulmán y propagador del miedo. El British Independent ha dado al cardenal el sobrenombre de “Cruzado de capa del conservadurismo”.
Aunque pueden parecer incongruentes, las aparentes contradicciones de Turkson se refieren a un aspecto más amplio; a fin de comprender la respuesta del Vaticano a la teología de la liberación, uno debe apreciar cómo es que individuos como Turkson pueden ser considerados conservadores y aún así producir declaraciones tan críticas del capitalismo neoliberal.
Se ha señalado mucho que antes de convertirse en el papa Benedicto XVI, el cardenal Joseph Ratzinger encabezaba la Congregación para la Doctrina de la Fe en el Vaticano, conocida anteriormente como la oficina de la Inquisición. Allí se ganó el mote de “rottweiler de Dios”, siendo la punta de lanza para silenciar las voces creativas y no conformistas dentro del catolicismo. Durante el tiempo de Ratzinger como cuidador de la doctrina, se dice que la iglesia rechazó oficialmente la teología de la liberación.
Pero esto es cierto solo en parte. El Vaticano sí objetó a los teólogos de la liberación el uso del análisis sociológico marxista y rechazó sus desafíos a la autoridad centralizada de Roma. Pero al mismo tiempo, reafirmó muchas de las doctrinas principales de la teología de la liberación, en especial las relacionadas con la pobreza, desigualdad y justicia económica. Lo más notable, la “opción preferencial por los pobres”, la idea antes radical de que Dios se alinea e identifica con los oprimidos y empobrecidos, ha sido convertida en corriente dominante como doctrina teológica católica.
En este sentido, aunque no necesariamente en la orientación general de su ministerio, el próximo papa casi seguramente llevará adelante la tradición liberacionista.
Bajo los dos papas anteriores, la iglesia ha dado a conocer declaraciones acerca de la economía global que sigue el ejemplo de las enseñanzas de la teología de la liberación. El papa Juan Pablo II condenó “la resurgencia de un cierto capitalismo neoliberal que subordina a la persona humana a fuerzas ciegas del mercado”. Y vale la pena recordar que el papa Benedicto dio a Gustavo Gutiérrez, uno de los fundadores y destacado promotor de la teología de liberación, un lugar de honor en la misa del Miércoles de Ceniza de 2007. El editor de Religion & Polítics Tiffany Stanley señala que el actual sucesor de Ratzinger como cabeza de la congregación para la Doctrina y la Fe, el arzobispo alemán Gerhard Müller, “se dice que es parcial a la teología de la liberación e incluso ha sido coautor de un libro junto con Gutiérrez”.
De igual manera, es fascinante leer las reflexiones del prominente liberacionista brasileño Leonardo Boff, quien se sabe fue silenciado por un año en 1985, y que finalmente dejó el sacerdocio en 1992. Boff es crítico de Benedicto. Pero también estaba en términos amistosos con Ratzinger y cita ocasiones en que el excardenal se refirió a sus libros de manera favorable.
En cuanto al cónclave, probablemente el mejor candidato que se puede desear desde la perspectiva de la teología de la liberación es otro brasileño, el cardenal Claudio Hummes, exarzobispo de Sao Paulo. Hummes ha derivado hacia el centro en las últimas décadas y, al igual que Turkson, ha adoptado algunas posiciones controvertidas y reaccionarias (en su caso, oponerse al uso de condones para evitar la propagación del VIH/SIDA en Brasil). Dicho esto, él tiene significativas referencias progresistas.
Al predicar en áreas de clase obrera en Sao Paul y sus alrededores en la década de 1970, Hummes apoyó a disidentes del Partido de los Trabajadores que se organizaron en contra de la junta militar del país. Como explicó a BBC en 2005 Anna Flores Anderson, de la Escuela Dominica de Teología en Sao Paulo, “Los militares suprimían rápidamente cualquier reunión sindical. Así que una de las grandes cosas que Claudio hizo fue abrir las iglesias más pequeñas [a los activistas] –de manera que los sindicatos pudieran reunirse sin interferencia”.
Hummes es amigo personal del expresidente brasileño y líder del Partido de los Trabajadores, Lula da Silva. Él ha defendido las ocupaciones de tierras por parte del Movimiento de Trabajadores sin Tierra. Y durante mucho tiempo ha sido considerado como un aliado de las populares “comisiones de base” que pusieron en práctica la teología de la liberación en todo Brasil. Como reportó The Washington Post, en su primer día como arzobispo de Sao Paulo en 1998, Hummes “atacó la propagación del capitalismo global, diciendo que la privatización de las compañías estatales y la reducción de las tarifas habían contribuido a la ‘miseria y pobreza afectando a millones en todo el mundo’.
Mucho más que los muchos que dicen que sí a todo en el cónclave, Hummes abriría la puerta a la reanimación del ministerio de justicia social en la Iglesia Católica. Desafortunadamente, uno solo debiera apostar al brasileño si uno prefiere a los de menos posibilidades. Las apuestas están 50 a 1.
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Photo credit: Ern / Wikimedia Commons.