En 1971, el campo de estudio más popular en las universidades estadounidenses era lo de la enseñanza. Las ciencias sociales y la historia se encontraban equitativamente después, dejando todas las demás carreras muy atrás en popularidad. Al cambio del milenio, esos datos sólo eran un recuerdo: las ciencias empresariales se habían vuelto reyes de la universidad. Ahora, las licenciaturas en ciencias empresariales se otorgan dos veces más que las de cualquier otra carrera. Como corolario, la famosa ‘ciencia funesta’ también sigue aumentando. Pregúnteles a los estudiantes universitarios de Harvard qué están estudiando, y la mayoría contestarían: ‘Economía.’
En esta edad de planes de rescate y de regalías, en la que los sumos gurús financieros dominan la política pública, las palabras de Oscar Wilde parecen perturbadoramente relevantes: “hoy en día, la gente sabe el precio de todo, pero no conoce el valor de nada.”
Esta es, por lo menos, la premisa del nuevo libro de Raj Patel, cuyo título nace de la frase de Wilde. Escritor, académico y ex analista del Institute for Food and Development Policy de Oakland, Patel describe en su libro los orígenes de la visión global dominante que se basa en el mercado, examina su impacto negativo en el planeta, y al final traza una ruta de escape.
Escribe él: “El brillo de los mercados libres nos ha dejado ciegos a otras visiones hacia el mundo.” El remedio apropiado, como luego argumenta, “no es una democracia dirigida por expertos, sino la democratización de pericia y de recursos”.
En su investigación, Patel evoca el siglo 18–mediante el documento acerca de la mercantilización de la tierra en Inglaterra en La gran transformación de Karl Polanyi–y llega hasta el presente. A lo largo del camino, muestra cómo el modo de pensar que considera las relaciones sociales como bienes puede resultar muy peligroso.
En un escrito tristemente célebre de 1991, Larry Summers, director actual del Consejo Económico del Presidente Obama, planteó que los Países de África son “contaminados de una manera insuficiente”– y que “la lógica económica de tirar una carga de residuo tóxico en el país con los salarios más bajos es impecable.” Según este razonamiento, uno puede concluir que la gente pobre tiene un exceso de riñones, y deberían ser capaces de venderlos a la gente rica y necesitada. En realidad, Patel afirma que este tema ya había sido tratado por el economista Gary Becker–Universidad de Chicago–cuyas visiones neoliberales se han extendido demasiado en Washington.
El mercado no sólo es amoral, sino también miope. El ejemplo más llamativo de eso es lo del Big-Mac, que aunque cueste menos de $4 por lo general, de hecho costaría $200 si se consideraran sus costes verdaderos para la sociedad. Esto no es un concepto original–Patel cita un estudio realizado por el Centro para la ciencia y el medio ambiente de India, que a su vez fue el tema de un artículo del Financial Times del 1994. Aún, Patel utiliza este ejemplo perfecto para dar una explicación adecuada de las “externalidades”, o sea los costes sociales que no se ven en la etiqueta de un producto.
En el caso de la hamburguesa, su alto coste se debe al hecho de que una gran cantidad de la carne en el mundo viene de pastos que fueron cortados de bosques ecológicamente preciosos. Además, hay que considerar que frecuentemente las cadenas de comida rápida les pagan a sus empleados tan poco que “los sueldos insuficientes se complementan por Medicare, cupones de alimentos y otros servicios del gobierno.” Por último, hay que tomar en cuenta los costes enormes de la salud pública asociados con las crisis de la diabetes y de la obesidad infantil, que van aumentando. Al pagar la cuenta entera, esa hamburguesa deja de parecer una gran oferta.
El valor de la nada no se basa en las investigaciones profundas y rigurosas que darían a un libro el peso suficiente para ser tope de una puerta, y tampoco tiene el reportaje necesario para considerarse un destape periodístico. Más bien, con sus 194 páginas más las notas, el estilo narrativo cronístico de Patel es medio crítica de la penetración del mercado en nuestra consciencia colectiva, y medio escaparate para los movimientos sociales de base que han emergido como respuestas. Gran parte del libro consiste de clases introductorias sobre Polanyi, Jean-Jacques Rousseau y Karl Marx, con extractos de la neurociencia y psicología social de Malcolm Gladwell.
En otras palabras, el libro es una visión de la economía política izquierdista contemporánea en un formato de fácil uso. En una época en la que la crisis económica demanda un repaso accesible de ideas venerables y a menudo ignoradas, el libro es una contribución buena y noble, si no pionera, al debate político actual.
Patel es un escritor gracioso, capaz de usar unas expresiones divertidas. Pero se refiere demasiado a anécdotas usadas con exceso. Él cita a Eisenhower cuando avisó al pueblo estadounidense sobre el complejo militar industrial, y a FDR (una historia que es popular pero, Patel no menciona que es probablemente apócrifa) diciéndoles a los activistas “¡Bueno, me han convencido. Ahora que me ejerzan presión!” Nos recuerda de Hobbes cuando describió la vida al estado natural como ‘desagradable, brutal, y corta.’ Y nos recuerda que la primera regla del Club de la Lucha es que ‘nadie habla sobre el Club de la Lucha.’
Uno de los pasajes más divertidos del libro es un párrafo sobre Ayn Rand. Dice: “Hay dos novelas que pueden transformar la vida de un lector de 14 años: El señor de los anillos, y La Rebelión de Atlas. Uno es un ensueño infantil que puede llevar a un adultez socialmente atrofiada, en el que largos ratos del día se dedican a inventar una manera de convertir la vida real en una novela fantástica. El otro se trata de los orcos.
Desafortunadamente, aunque se presente como original en el libro de Patel, este dicho ya estaba circulando por el Internet en la primavera de 2009, y fue contado por John Rogers, un escritor y cómico de Los Ángeles. (Cuando llamé este asunto a la atención de su publicista, Patel se disculpó afirmando que su error involuntario le dio vergüenza.)
Cuando vuelve a discutir los remedios para la locura del mercado, Patel reconoce apropiadamente y hace uso eficaz de otro chiste, que se burla de la tendencia de los activistas a tener reuniones largas:
P- ¿Cuántos Zapatistas hacen falta para cambiar una bombilla?
R- Vuelve en un par de semanas.
Los rebeldes enmascarados de Chiapas atraen tanta admiración internacional que uno no imaginaría que Patel podría exponer nuevas maneras de comprenderles. Pero sí lo hace. Hablando en serio, argumenta él que tanto los consumidores ‘verdes’ y preocupados por su salud están rechazando McDonald’s y optando por la Comida Lenta, como ‘los Zapatistas están practicando la Política Lenta.’ En las comunidades autónomas que controlan, se implementan asambleas populares y consejos gobernantes que se alternan para incluir a toda la comunidad en decisiones sobre su gobierno local.
“No es eficaz, y las ONG se frustran por tener que esperar,” admite Patel, pero sin embargo el proceso vale la pena. El movimiento de la Comida Lenta y los Zapatistas tienen en común la idea de que todos tienen el derecho de participar en su mundo y disfrutarlo, y que la democracia auténtica lleva mucho tiempo.
Por supuesto, esto trae a la memoria otro dicho que se atribuye a Wilde: “El problema del socialismo es que la semana sólo tiene siete noches”. Aparte de su proceso participatorio, hace falta clarificar lo que conllevaría la Política Lenta. Patel apoya los esfuerzos de organización de los obreros disidentes chinos, de los campesinos de Florida, de los que viven en las chabolas en Sudáfrica, y de los autores del software libre. De todas formas, no logra batallar con las preguntas más difíciles, por ejemplo de si que los demócratas con la ‘d’ minúscula deben entablar con los partidos políticos; cómo los sindicatos poderosos pero encallecidos de muchos países todavía pueden hacer la diferencia; o de cuales lecciones se pueden aprender desde las interacciones matizadas entre los movimientos sociales y los gobiernos progresistas recién elegidos en América del Sur.
Y aunque sea vago en su agenda optimista, El valor de la nada plantea un muy buen argumento insistiendo en que se deje la dependencia en el mercado para solucionar problemas públicos. Después de derribar partes del modelo para combatir el acaloramiento mundial ‘cap and trade,’ Patel observa de manera informal que ‘parece muy poco aconsejable usar las mismas herramientas que han creado el catástrofe económico para confrontar el problema más urgente del planeta.’
Es una conclusión hermosamente sutil. Que la tomen en cuenta los estudiantes de ciencias empresariales.