Los hijos del ALCAN: Las Guerras Obreras en la Frontera EEUU/México, el primer libro del periodista del tema obrero y fotógrafo David Bacon, brinda un importante remedio para los debates acerca de la política comercial empantanada en las generalizaciones económicas. Bacon es un reportero que se encuentra a sus anchas en lo específico. Su libro está lleno de entrevistas con obreros, principalmente de las maquiladoras de la frontera en Baja California, quienes presentan claramente las consecuencias humanas de tratados como el ALCAN (Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte, tratado comercial entre EEUU, Canadá y México).
“No podemos vivir si no trabajamos todos”, dice a Bacon un muchacho de doce años, que trabaja junto a sus padres, en “el tono de alguien que explica lo evidente”. Es más, explicar lo que es evidente es algo que Bacon y sus entrevistados hacen con gran habilidad. Las condiciones típicas en las fábricas fronterizas son horrendas, nos dicen, y el “acuerdo (de trabajo) anexo” al ALCAN—la cláusula destinada a proteger los derechos de los trabajadores—no ha hecho nada para mejorarlos.
La Prueba A es Han Young, un obrero mexicano en una fábrica que hace chasis para autos Hyundai, donde los trabajadores que trataron de formar un sindicato independiente no sólo fueron despedidos, sino que fueron atacados por el equipo SWAT de la localidad y perseguidos durante meses como fugitivos. En respuesta a las quejas de los trabadores, la Oficina Administrativa Nacional (oan)—la junta laboral creada bajo el acuerdo anexo—simplemente ordenó la celebración de un seminario acerca de las condiciones laborales.
Además están los “jonkeados”—los trabajadores enviciados. “Eran obreros que se pusieron tan enfermos, tan discapacitados de manera crónica” debido a la inhalación de las emanaciones de la cola y disolventes en dos fábricas de autos, “que se les dieron trabajos especiales” en la planta. Un padre atestiguó que, como resultado de su condición, su bebé nació sin rodillas y con un corazón de mayor tamaño, pero los médico no lo dejaron donar sangre para el infante, ya que dijeron que su “sangre estaba contaminada por las drogas.”
Estos trabajadores tenían esperanza de que su queja a la OAN obligara al gobierno a tomar medidas porque se trataba de violaciones a la salud y la seguridad, en vez de derechos sindicalistas. En vez de eso, su caso reforzó un patrón preocupante. “Se celebraron audiencias. Los trabajadores prestaron testimonio, a veces corriendo peligro. ÊLa OAN… llegó a la conclusión… que habían ocurrido graves violaciones de la ley”, escribe Bacon. “Y luego, nada”.
Esta falta de acción, argumentan los entrevistados de Bacon, son consecuencia de la propia lógica del libre comercio, que exige sindicatos eliminados y trabajadores desechables. “Lo que hace atractivo a nuestro país para los (negocios) norteamericanos”, dice la profesora mexicana Gema López Limón, “son los bajos salarios”.
David Bacon desarrolló su clara visión de la economía global durante unas dos décadas como organizador de sindicatos como los Trabajadores Agrícolas Unidos (UFW) y los Trabajadores Eléctricos Unidos (UE), organizaciones con larga historia de radicalismo independiente. Se dedicó al periodismo sindical a tiempo completo a principios de los 90, poco antes de que un grupo de reformistas tomara el control de la AFL-CIO y comenzara un esfuerzo por dar marcha atrás a la decadencia de décadas y a reconectar las federaciones con sus raíces del movimiento social.
En este contexto, Bacon a menudo ha parecido profético. En 1999, años antes de que AFL-CIO diera marcha atrás en su equivocada posición previa acerca de la política de inmigración, Bacon estaba demostrando cómo los ataques del Servicio de Inmigración eran usados por los patronos como herramientas antisindicales y argumentaba que el sindicalismo debía estar a la vanguardia del esfuerzo por proteger los derechos de los trabajadores inmigrantes.
En Los Hijos del ALCAN, Bacon señala los principales virajes en el seno de AFL-CIO, pero parece considerar estas acciones organizativas con reservas. Al subrayar la contribución de los trabajadores que se organizan en la línea del frente, él evita discutir de qué manera los distintos sindicatos están haciendo intervenciones institucionales para cambiar cómo está estructurado el movimiento obrero norteamericano y cómo despliega sus recursos a nivel nacional.
Debido a que el enfoque del libro de Bacon es en los empleos de producción que se han ido al sur de la frontera, es comprensible que preste mayor atención a los trabajadores fabriles. Sin embargo, su capítulo acerca de las “expectativas trasplantadas”, en el cual explica brillantemente de qué forma los inmigrantes están trayendo “su cultura, sus tradiciones y formas de organización social” a los movimientos norteamericanos, carece ostensiblemente de una mención a los inmigrantes que trabajan como porteros, camareras de hotel y trabajadores de lavanderías. Los sindicatos en los crecientes segmentos de bajos salarios del sector de servicios de la economía han realizado últimamente las más agresivas campañas entre los trabajadores inmigrantes—obteniendo a menudo contratos impresionantes—y han presionado atrevidamente a AFL-CIO para que reoriente sus recursos para enfrentarse a los titanes corporativos.
A pesar de carecer de estas campañas más alentadoras, Los hijos del ALCAN es un libro lleno de finales tristes. La acción directa a veces asegura victorias para los trabajadores de las maquiladoras, en un caso “transporte en ómnibus de la casa al trabajo y de regreso, regalía de diez por ciento del salario y uniformes dos veces al año”. Pero más frecuentemente los sindicatos en las fábricas de la frontera se disuelven, las huelgas fracasan y las audiencias internacionales no ofrecen soluciones.
Los periodistas que siguen los esfuerzos del resurgente movimiento sindical en busca de una estrategia exitosa para enfrentarse a las corporaciones transnacionales tendrán que aprender del decidido trabajo periodístico local de Bacon—desde su vívida evocación de las experiencias de aquellos que deciden vivir con dignidad su vida de trabajo. Pero también tendrán que mostrar los procesos institucionales por medio de los cuales las federaciones sindicales están siendo reformadas lentamente para construir un nuevo poder. Necesitaremos más que David Bacon, pero también necesitaremos muchos como él.