Sabemos que abundaron las distorsiones en el aporte del Vicepresidente al debate Cheney-Edwards del martes. Pero algo que no ha recibido mucha atención es el mal uso revelador por Dick Cheney de la guerra civil de El Salvador en los años 80. Observadores de los asuntos latinoamericanos quedaron escandalizados y sorprendidos cuando el Vicepresidente citó el conflicto como un paralelo de la difícil situación actual de Afganistán:
“Hace veinte años tuvimos una situación similar en El Salvador”, dijo Cheney. “Una insurgencia guerrillera controlaba aproximadamente un tercio del país, 75 000 muertos. Y celebramos elecciones libres. Yo estuve allí como observador en representación del Congreso… Y mientras los terroristas llegaban y tiroteaban los colegios electorales, en cuanto se marchaban los electores regresaban y se ponían en cola y no aceptaban que se les negara su derecho a votar. Y actualmente El Salvador está (mucho) mejor porque celebramos elecciones libres… Y (el concepto) será valido en Afganistán. Y será válido también en Irak”.
El hecho más relevante que el Vicepresidente omitió es que las 75 000 personas no murieron a manos de las guerrillas, sino del gobierno que Cheney apoyaba y de los escuadrones paramilitares de la muerte. El segundo hecho más relevante es que las elecciones de 1984 fueron reconocidas ampliamente como una farsa, con una larga lista de de candidatos de la genuina oposición asesinados y con un gasto de $10 millones de dólares por parte de EEUU para manipular los resultados. Que este sea el modelo para exportar la democracia dice mucho acerca de lo que los neoconservadores tienen para nosotros.
En verdad, si El Salvador está mucho mejor en la actualidad es porque continuó el movimiento en contra del gobierno. Una Comisión de la Verdad de la ONU, exigencia de los acuerdos de paz de 1992, afirmó una realidad que los seguidores de Reagan negaron entonces y prefieren olvidar hoy. La Comisión decidió que los guerrilleros del FMLN eran responsables del 5% de las violaciones de derechos humanos y que las Fuerzas Armadas eran responsables del 85%, además de un 10% indeterminado.
The New York Times comentó acerca de la publicación del informe:
“Una Comisión de la Verdad de Naciones Unidas confirma ahora lo que la Administración Reagan trató de ocultar: los terribles crímenes perpetrados por las fuerzas armadas de El Salvador en nombre de la libertad … El informe identifica a un ex Ministro de Defensa como uno de los altos oficiales que ordenaron el asesinato de seis sacerdotes jesuitas en 1989. Nombra a otro Ministro de Defensa entre los que trataron de ocultar el asesinato de cuatro religiosas norteamericanas. Declara que Roberto D’Aubuisson, el político derechista considerado un héroe por el Senador Jesse Helms ordenó el asesinato del Arzobispo Romero”.
Anthony Lewis, autor del artículo del Times, concluye: “Estados Unidos gastó $6 mil millones en apoyar a un gobierno salvadoreño que estaba dominado por asesinos. Nosotros los armamos, entrenamos a sus soldados y ocultamos sus crímenes.”
El importante informe de la Comisión de la ONU se encuentra disponible aquí.
Aunque John Kerry es cómplice de la invasión a Irak, adoptó importantes posiciones en los años 80 denunciado el apoyo a los abusos a los derechos humanos de EEUU tanto en El Salvador como en Nicaragua. La constante indignación de la derecha por estas posiciones es una lectura interesante, ya que repite a Cheney en sacar exactamente las conclusiones erróneas de la historia centroamericana.
Un importante ejemplo: la reciente defensa por Hugh Hewitt de la sangrienta e ilegal guerra de los contrahaz en The Weekly Standard. Hewitt asegura que los senadores Kerry y Harken, al visitar Nicaragua en 1985, estaban “apaciguando” al presidente sandinista Daniel Ortega, a quien él llama uno de los “enemigos de Estados Unidos”. Las citas de aquella época que Hewitt utiliza para demostrar esta acusación de hecho muestra a alguien con una visión considerablemente más lúcida de la política de la región que los que estaban en el poder, tanto entonces como ahora:
“Si se examina la resolución del Golfo de Tonquín”, dijo Kerry, “si se tienen en cuenta las tropas que estaban en Camboya, la historia de las bajas y la interpretación errónea de la propia historia de Viet Nam y examinamos cómo estamos interpretando la lucha en Centroamérica y examinamos la participación de la CIA, el minado de los puertos, el esfuerzo por financiar a los contras, hay un paralelo directo e inevitable entre estos dos períodos de nuestra historia”.
Incluso a medida que los neoconservadores continúan distorsionando su significado, los paralelos continúan. Con la consideración por Cheney de que la intervención norteamericana en Centroamérica es ejemplar, podemos estar seguros de que los “crímenes en nombre de la libertad” es un concepto que se aplicará ampliamente en el futuro.