A fines de 2003, una colección de documentos pertenecientes a Martin Luther King que iban a ser subastados fue presentada al público en la Ciudad de Nueva York. Entre los artículos más interesantes estaba un telegrama enviado por Malcolm X en junio de 1964. Malcolm y Martin han sido considerados por mucho tiempo como la representación de dos impulsos dentro del movimiento de los derechos civiles, y el telegrama ponía en clara evidencia las diferencias: “Hemos estado presenciando con gran preocupación los brutales ataques de las razas blancas contra nuestro pobre e indefenso pueblo ahí en St. Augustine (Florida)”, escribió Malcolm al Dr. King. “Si el Gobierno Federal no envía tropas en su ayuda, ustedes sólo tienen que decirlo e inmediatamente despacharemos a algunos de nuestros hermanos… El día de presentar la otra mejilla a estas brutales bestias ha terminado”.
Muchos disputarían la idea de que la no violencia estaba exhausta en 1964. Pero en unos pocos años una nueva generación de activistas por los derechos civiles saldría a la palestra y defendería un tipo de militancia claramente contraria a la de Ghandi. El principal entre ellos fue Stokely Carmichel, cuya autobiografía, Listo para la Revolución fue publicada hace poco –cinco años después de su muerte– con la ayuda de su amigo, el escritor Michael Thelwell. El libro muestra varias razones por la cuales Carmichael es una figura principal en la transición del movimiento. Participó en algunas de las más dramáticas y decididas acciones no violentas de principios de los 60, pero más tarde inició una nueva era de “Poder Negro”. Listo para la Revolución es un aporte significativo a la literatura norteamericana de los derechos civiles al brindar perspectivas internas de cómo la organización del movimiento cambió dramáticamente en sólo unos años. Pero en definitiva aporta poco a la historia de cómo el “Poder Negro” afectó el colapso de la propia organización de Carmichael, el Comité Coordinador Estudiantil de No Violencia (SNCC).
Para comprender la significación de Carmichael en el movimiento se requiere aclarar varios conceptos erróneos. Los más importantes medios usaron al activista como un símbolo conveniente de todo lo que la sociedad blanca suburbana de Estados Unidos tenía que temer de la militancia afro-norteamericana. Los críticos culpaban a sus incendiarias declaraciones (“Cuando se habla de poder negro se habla de poner a este país de rodillas… de construir un movimiento que destrozará todo lo que la civilización occidental ha creado”) por los motines que sacudieron a ciudades desde Watts a Detroit hasta Newark –levantamientos que reflejaban claramente tensiones sociales, no los discursos de un solo individuo.
Incluso las historias que han definido su imagen en el seno de los círculos de activistas a menudo están descaminados. A favor del organizador, Thelwell argumenta de manera convincente que el infame comentario machista de Carmichael (cuando respondió a la pregunta de cuál es el lugar de las mujeres en el movimiento, respondió “acostadas”) fue una broma sacada de contexto. Mary King y Casey Hayden, las supuestas ofendidas por el comentario, defienden a Carmichael como uno de los hombres en el SNCC más sensibles a las críticas al patriarcado dentro de la organización. De manera similar, la mención de cómo los organizadores blancos fueron expulsados del SNCC durante el liderazgo de Carmichael no debe pasar por alto el hecho de que él se opuso y que fue un crítico constante de los miembros extremistas de los Nacionalistas Negros de la oficina de la SNCC en Atlanta los cuales, argumentaba él, no podían movilizar eficazmente a sus comunidades.
Listo para la Revolución dedica unas 800 páginas a la tarea de destruir interpretaciones erróneas extendidas y de presentar una imagen de quién era realmente Carmichael. Dada la ampulosidad que caracterizaron sus más famosos discursos, el libro es sorprendentemente mesurado y coloquial. Formado principalmente por los recuerdos orales grabados por Carmichael y editados por Thelwell, brinda un contexto detallado de su evolución como activista.
Carmichael pasó los primeros años de su vida en Trinidad, rodeado de sus tías y abuela matriarcal. Sin embargo, a los once años fue llevado por sus padres a la Ciudad de Nueva York. Como estudiante de la prestigiosa Escuela Secundaria de Ciencias del Bronx, Carmichael fue influido por la presencia de los oradores callejeros en Harlem, seguidores de Garvey, e hizo amistad con Gene Dennos, hijo de una figura bien conocida del Partido Comunista de EE.UU. Pero su verdadera formación política se realizó cuando estudió en la Universidad Howard. Allí pronto pasó a ser dirigente del Grupo de Acción No Violenta (NAG). Según cuenta él de los activistas de derechos civiles, “Era muy parecido a haber encontrado a la familia perdida, la cual uno no sabía que existía, pero con la cual uno reconocía instantáneamente que había un vínculo”. Discusiones desapasionadas acerca de la política a menudo mantenían a los estudiantes despiertos toda la noche (“la gente de NAG podía discutir con un poste de la luz”, dice Carmichael) y forjaron fuertes lazos.
En 1961, como afiliada de la SNCC, la NAG de Howard envió a activistas a unirse a los Viajes por la Libertad de 1961 del Congreso por la Igualdad Racial (CORE) que querían terminar con la segregación en los ómnibus interestatales. A los 19 años Carmichael fue uno de los dos más jóvenes viajeros encarcelados en la infame Penitenciaría Parchment de Missouri. Activistas veteranos contarían más tarde el horror y el orgullo que sintieron al ver a Carmichael retorciéndose en el piso mientras cantaba “Voy a decir a Dios cómo me tratas” cuando guardias de la prisión usaron prensas de metal en sus muñecas para obligarlo a entregar un colchón, una de las pocas comodidades en las celdas de la prisión. Al mismo tiempo, el presidente de la SNCC John Lewis escribiría en su propia autobiografía que Carmichael “no mostraba mucho interés en Ghandi o en los principios de la no violencia, ni siquiera en la Biblia”. A diferencia de muchos otros en la comunidad, Carmichael veía tácticamente las acciones, en vez de a través de un lente religioso. “Para mí y la mayor parte de mis amigos”, escribe él acerca de la no violencia, “era meramente una estrategia valiosa, aunque limitada”.
En los primeros años después de su fundación en 1960, la sncc, al igual que el NAG de Howard, era un grupo compacto e interracial de jóvenes activistas. Como relata el académico Clayborne Carson, el SNCC pronto se ganó una reputación de ser la “tropa de choque” del movimiento por los derechos civiles, dispuesto a trabajar en las áreas más peligrosas de Mississippi, y a introducir nuevas formas de protesta no violenta. Comprometido con la organización permanente, el SNCC criticaba a la Conferencia de Líderes Cristianos del Sur (SCLC) del Dr. Martin Luther King por crear una “movilización masiva y temporal y campañas de prensa en vez de crear poderosas comunidades organizadas capaces de realizar una lucha política”. Carmichael escribe: “Ahí viene la SCLC hablando de movilizar otra campaña de dos semanas, usando su base y la magia del nombre del Dr. King. Van a traer las cámaras, los medios, las personas prominentes, los políticos… poner todo de cabeza y marcharse”.
Carmichael se graduó de Howard y se fue al Sur a convertirse en empleado del SNCC en 1964, poco antes de que Bob Moses lanzara la primera histórica campaña del Verano de la Libertad. El Verano de la Libertad era diferente a los esfuerzos previos porque importó a cientos de jóvenes activistas del Norte para trabajar en peligrosos intentos de inscripción de votantes. Moses seleccionó a Carmichael para que dirigiera la movilización en el crucial delta del Mississippi. “No era sólo sofisticación política” lo que se requería, relata Moses en una cita que Thelwell incluye en el libro. Era un “sentimiento por la gente común que le permite a uno… ser aceptado realmente por ellos… Pero uno podía tener eso y no tener la capacidad para trabajar con blancos norteños… Stokely era capaz de moverse de un lado a otro en todos esos niveles”.
Aunque el Verano de la Libertad fue un gran éxito –que culminó en la dramática aparición de la delegación del Partido Demócrata de la Libertad de Mississippi en la Convención Demócrata en Atlantic City– también creó problemas organizativos para el SNCC. Carmichael escribe que “el SNCC tenía ahora una mayor presencia y visibilidad nacional. Como resultado, la organización pronto comenzaría a confrontar problemas no comunes de crecimiento y de opulencia… De la noche a la mañana, el personal –que quiere decir la organización– estaba pensando en doblar su número”. Agrega que “el SNCC nunca podría volver a ser la organización/familia que una vez había sido o que se creía que era”.
El crecimiento de la organización creó también una apertura ideológica. Muchos de los nuevos miembros del personal, representados fundamentalmente por el Proyecto Atlanta del SNCC, no compartían el compromiso anterior de la organización con la no violencia disciplinada y cuestionaban el objetivo de la integración. En 1966 la creciente tensión provocó la primera lucha por las posiciones de dirección del SNCC. Después de una prolongada disputa John Lewis, un activista de orientación religiosa que dirigió la participación de la organización en la Conferencia de Derechos Civiles de la Casa Blanca, fue destituido como presidente del SNCC. Carmichael se hizo del poder. Aunque él se oponía personalmente al grupo de Atlanta, su candidatura fue reforzada por el hecho de que él había organizado la Organización Libertad del condado Lowndes en Alabama en 1965, un partido político solo de negros que luego se convirtió en la inspiración para los Panteras Negras de California.
El propio Carmichael criticaba las historias de derechos civiles que sugerían una clara división entre el primer período de activismo de del SNCC de la “querida comunidad” y la fase posterior de “Poder Negro”. Él afirma que “la nueva dirección era simplemente una respuesta necesaria a las realidades políticas del momento”. Para Carmichael, la transición era simplemente una respuesta necesaria e inevitable, en gran medida porque hacía tiempo que él había argumentado a favor de alejarse de la “escuela de dolor y sufrimiento” de la no violencia. Pero la ausencia de reflexión en Listo para la Revolución acerca de las propias decisiones de Carmichael, dadas las circunstancias particulares del momento, tiene dos consecuencias: por una parte, el organizador no se da el suficiente crédito por su discernimiento e influencia como líder. Por otra, el libro carece de una honesta defensa de sus más controvertidas decisiones políticas.
Fue durante el liderazgo de Carmichael en el SNCC que el editor de Ebony, Lerone Bennett, Jr., lo llamaría “el arquitecto del Poder Negro”. Carmichael declara que después de haber defendido públicamente el uso de la frase, “dedicó todo el tiempo que estuvo de presidente casi sólo a definirlo”. Él asegura, tanto aquí como en libros anteriores, que el Poder Negro no es un llamado al separatismo. En su lugar, explica, “era sencillamente acerca del poder para afirmar nuestra humanidad negra… y para organizar colectivamente el poder político y económico para controlar y desarrollar nuestras comunidades… Ser pro-negro no significaba ser anti-blanco”.
Carmichael llevó varias visiones significativas a su análisis del concepto, incluyendo la necesidad que tenía el movimiento de los derechos civiles de cambiar su énfasis en el Sur rural a los ghettos del Norte urbano. Junto con este movimiento geográfico trabajó para popularizar el concepto de racismo institucional. “Cuando racistas desconocidos ponen una bomba en una iglesia y matan a cuatro niños, ese es un acto de racismo individual, muy deplorado por la mayor parte de la sociedad”, escribió. Pero cuando “quinientos niños negros mueren cada año debido a la falta de alimentación, vivienda e instalaciones médicas adecuadas… (la sociedad) pretende que no sabe nada de esta situación”. Finalmente, tocó un poderoso punto cultural. Carson cita a Bennett que escribió: “Fue el genio de Stokely Carmichael el que comprendió el sentimiento que se estaba gestando en la psiquis negra y le dio la palabra”.
Sin embargo, el Poder Negro también causó serios problemas al SNCC. Muchos importantes líderes por los derechos civiles condenaron el uso de la frase. Aunque Martin Luther King no se unió a ellos en su denuncia del SNCC, él vio inmediatamente las consecuencias organizativas que sucederían debido al posicionamiento retórico. Él señaló las limitaciones políticas de organizar en solamente comunidades mayoritariamente negras y también argumentó que, no importa cuántas explicaciones diera Carmichael, Poder Negro siempre tendría una connotación negativa. A diferencia de “toma de conciencia negra” o “igualdad negra”, argumentó King, provocaría la condenación aplastante de los medios, alienaría a los donantes blancos y fracturaría alianzas con sindicatos y otros seguidores.
En Listo para la Revolución Carmichael admite que “el juicio del Dr. King acerca de la ‘desafortunada selección del lenguaje’ resultó ser profética y subestimada”. Pero al mismo tiempo, él no asume la responsabilidad por sus decisiones, y opta por culpar a los medios por su predecible y excesiva reacción. De manera similar, expresa sorpresa en su autobiografía de que las principales organizaciones de derechos civiles se distanciaran del SNCC. Pero en esa época él conformó su política de alienar a esas mismas organizaciones a fin de reorientar el movimiento en una dirección más radical.
Un ejemplo calve de esta contradicción es la descripción en Listo para la Revolución de la planificación de la Marcha Meredith en Tennessee en 1966. “La noción de ‘apoderarnos’ o tan siquiera ‘dirigir’ la marcha no estaba en nuestro pensamiento”, declara Carmichael en su autobiografía. “Lo único que queríamos era darle una dirección. Honestamente no podría pensar en una razón… válida por qué las organizaciones no pudieran participar amigablemente”. Sin embargo, en su libro Llevando la cruz, ganador del Premio Pulitzer, el historiador de los derechos civiles David Garrow cita varias entrevistas anteriores en las que el activista aseguraba que había ahuyentado a propósito a representantes moderados de la NAACP y de la Liga Urbana. “Queríamos llevar (a Martin Luther King) a la izquierda”, dice Carmichael en ese recuento anterior. “Una vez que nos deshiciéramos por completo del ala derecha, King se hubiera pasado a la izquierda”. Los moderados “cayeron totalmente en la trampa y salieron huyendo”.
Hay una falta de franqueza en Listo para la Revolución al no reconocer siquiera el cambio de posición. Al no defender ni rechazar sus estrategias anteriores, Carmichael deja una guía menos útil para los activistas de hoy. Bajo su liderazgo, el SNCC abandonó la no violencia militante y dejó de consolidar su programa organizativo. En unos pocos años desaparecería. Es imposible decir a posteriori qué decisiones hubieran alterado su destino. Sin embargo, es posible comparar el SNCC con otros modelos de la época. La SCLC también estaba presionando a favor de un cambio hacia el Norte. Haciendo honor a su papel de “tropa de choque” de la no violencia, activistas del SNCC hubieran podido usar la dinámica acción directa urbana para subrayar la injusticia económica y el racismo institucional. En su lugar, tales acciones creativas estaban notablemente ausentes en la nueva etapa del movimiento, especialmente por el debilitamiento de la SCLC después de la muerte del Dr. King.
Carmichael fue durante un corto tiempo el vocero del Partido Pantera Negra, pero él observa que la falta de experiencia organizativa de la organización y la memoria institucional limitó su capacidad para formar estructuras duraderas. Esta debilidad fue exacerbada por la agresividad de los medios y la represión gubernamental que siguió a la altamente visible promoción por parte de los Panteras de la defensa armada. Al no existir una organización eficiente en el SNCC o en los Panteras, aquellos radicalizados por la retórica del Poder Negro no eran capaces de aprovechar el impulso del movimiento anterior de los derechos civiles.
Aunque Carmichael fue presidente del SNCC por sólo un año, siguió siendo un conferencista popular y personalidad mediática hasta finales de los 60. Para cuando los medios dejaron de interesarse por él se había trasladado a África. Allí adoptó el nombre de Kwame Ture y dedicó el resto de su vida a promover una forma de socialismo pan-africano. La mayoría de las revoluciones africanas que él apoyó desaparecieron bajo la presión de la intervención extranjera y el neocolonialismo. Listo para la Revolución no brinda una perspectiva muy útil de estos hechos. La visión del libro de los mártires caídos en Ghana y Guinea carece de distancia crítica, y deja al lector deseando que Ture hubiera aplicado a los líderes africanos el mismo nivel de escrutinio constructivo que aplicó al SNCC.
Kwame Ture siempre se consideró por encima de todo un organizador. Aunque finalmente sucumbió ante el cáncer en 1998, mantuvo un admirable compromiso toda su vida con la política antirracista. Con la demostración de su dedicación, Listo para la Revolución quedará como un significativo recurso histórico. Pero al no reconocer en su totalidad el propio papel de Ture en un momento de giro de los derechos civiles, deja de contar una historia clave. A los organizadores del futuro les pesará no tener una reflexión más penetrante de esos tiempos críticos.