Ha sido un mes brutal para el originario de Vermont que quería ser presidente. Parece difícil recordar aquellos días anteriores a los caucus del 19 de enero en Iowa, cuando el tren de Dean avanzaba a todo vapor por una línea directa a la Casa Blanca. Sin haberse recobrado nunca de su grave descarrilamiento del Medio Oeste en Iowa, Howard Dean dijo a sus seguidores a principios de febrero que se retiraría de la campaña si no ganaba las primarias de Wisconsin. Titubeó en cumplir la promesa, pero finalmente la cumplió después de terminar en un distante tercer lugar en las urnas.
Con la salida de Dean, es buen momento para pasar revista a la campaña que una vez estuvo en el camino a la gloria.
Demasiados miembros de los medios se han regodeado bailando sobre la tumba de la insurgencia Dean, atribuyendo a posteriori el fracaso del candidato a pobres posiciones políticas y a una debilidad inherente de su campaña. Sin embargo, los cínicos no ofrecen mucho análisis perspicaz del dramático vuelco de fortuna de la campaña. Y no le reconocen a Dean lo que se merece –apreciar lo que ha contribuido el candidato a revivir un partido moribundo y crear una de las más apremiantes primarias demócratas en décadas.
Entonces, ¿por qué se desmoronó la campaña de Dean? ¿Qué lecciones podemos sacar?
En primer lugar, el dinero es importante. Yo estuve en Iowa en enero, y era de notar cuán marcadamente diferentes eran las perspectivas locales de las del resto del país. La gente de Iowa se tomó en serio a candidatos como Gephardt y Edwards, que en ambas costas eran considerados inapropiados. ¿Por qué los tomaban en serio? Porque los candidatos dedicaron mucho tiempo –y mucho más dinero– a hacer su campaña en el estado. Mientras que en la escena nacional Dean parecía invencible, la competencia era mucho más reñida en lugares donde el tiempo de transmisión había sido comprado y la literatura de la campaña había sido enviada por correo.
La segunda lección es que la campaña negativa funciona –al menos como fuerza destructiva. John Edwards señala que su mensaje esperanzador y optimista fue la clave para su éxito sorpresivo en Iowa. Es cierto que lo mantuvo alejado de los insultos. Pero el hecho de que Gephardt y Dean, que encabezaban la competencia, gastaron considerables fortunas cada uno en minimizarse uno al otro, sin duda tuvo mucho que ver con su fracaso en las urnas. Nuevamente el impacto de los anuncios de ataque, o al menos la omnipresencia de ellos, fue mucho más evidente en Iowa que en lugares donde los folletos negativos con brillo no aparecían todos los días en el correo.
Será importante recordar en los meses que se avecinan el doble poder del dinero y el fango. Aunque el Presidente Bush ha tenido un par de malas semanas, una imagen sin brillo es algo que puede arreglarse con $200 millones. Y tengo la impresión de que los liquidadores de Karl Rove no van a hacer caso del consejo de Edwards de comportarse moralmente cuando se enfrenten a John Kerry.
Los seguidores de Dean generalmente citan la cobertura injusta de “El Grito” que hundió a su candidato en Nueva Hampshire y más allá. Pero a pesar de eso Kerry estaba seguro de obtener un gran impulse con su victoria en Iowa, y Dean de sufrir por su pobre tercer lugar. Revelaciones posteriores de que el gobernador había derrochado casi todo lo que tenía en sus cofres fue suficiente como para matar las esperanzas de una verdadera estrategia nacional. Las quejas acerca de los medios atacando al “airado” Dean pueden ser legítimas, pero el manejo de los periodistas es parte del cambio de contendiente a cabeza de la competencia. Una campaña pro Dean que vivía por el impulso de los medios nacionales era susceptible de morir a causa de ellos.
También está la explicación favorita de los expertos para la caída del gobernador: elegibilidad. El propio Dean ha señalado con razón que este es un concepto veleidoso. Las encuestas de enero lo mostraban con mucho el demócrata con mayores probabilidades de ganarle a Bush, y la elegibilidad a menudo era citada a su favor. Mientras tanto, la campaña de Kerry languidecía durante casi todo el 2003, el Senador era considerado por muchos como distante, demasiado al estilo el nordeste, y demasiado adentrado en Washington para derrotar a Bush.
Además, esta discusión ignora la manera en que Dean ha transformado el significado de elegibilidad. El historiador y periodista Rick Perlstein escribe perceptivamente en The Village Voice que “gracias a Dean la definición ha cambiado desde la última vez que fue tan ubicuamente escuchada; en los años 90, cuando la palabra era suficiente para hacer temblar a cualquier demócrata intransigente, servía como sustituta de ‘políticamente hábil pero ideológicamente tímido’. Ahora significa tanto ‘políticamente hábil’ como ‘dispuesto a patearle el trasero a George Walker Bush’.”
Por eso es que debemos a Howard Dean nuestra gratitud. La última vez que tuvimos a un demócrata aspirando a presidente era demasiado cortés hasta para protestar mientras la campaña de Bush saboteaba el proceso de revocación en la Florida. Tan reciente como hace un año, cuando las protestas masivas del 15 de febrero con el esfuerzo de guerra de la Casa Blanca estremecieron al mundo, los demócratas no tenían una figura principal (a pesar de Dennis Kucinich) que fuera capaz o estuviera dispuesto a unir el rechazo generalizado por el extremismo de Bush en el exterior y en el país.
Dean cambió todo eso. Más que cualquier otro individuo, él ayudó a hacer de las primarias exactamente el tipo de competencia populista que hemos pedido muchos de los progresistas durante años de vagar por el desierto dominado por el centrista Consejo Demócrata de Liderazgo. Dean hizo su campaña como representante del “ala demócrata del Partido Demócrata”, un término tomado del difunto Paul Wellstone. Con excepción de Joe Lieberman, quien fue abucheado hasta que se retiró, el resto siguió la rima. Como resultado, hemos tenido la más vibrante y cautivadora campaña que se recuerde.
A principios de 2003, me hice eco de un convencionalismo al hablar de Dean como un prometedor candidato a la presidencia de Ben & Jerry’s, pero no creí que el desconocido gobernador tuviera alguna posibilidad en una competencia nacional. Era un convencionalismo equivocado. Dean diseñó un nuevo modelo para obtener fondos desde la base. Mientras que los argumentos de otros candidatos que aseguraban que ellos eran los más apropiados para atraer y movilizar a los electores era más que nada especulación, Dean movilizó a una impresionante base de seguidores.
Después de su caída, los comentaristas han calificado a Dean de insincero y desinformado. No puedo estar de acuerdo. Además de observar los debates y apariciones en televisión, vi personalmente a Dean hacer dos discursos. Y funcionaron. Él era inteligente y de fácil palabra mientras pasaba lista a la larga letanía de países industrializados que han superado a EE.UU. en el suministro de cuidados universales de salud. O al explicar en enero: “He soportado toda la semana los ataques de mis competidores por decirlo, pero lo diré otra vez: la captura de Saddam no ha dado más seguridad a Estados Unidos”.
Concuerdo con eso. Dean se mantuvo firme, y las arenas movedizas en que se encuentran atrapadas las tropas norteamericanas en Irak le han dado la razón.
Sin embargo, Dean no es ningún radical, y eso era parte de su fuerza. Él podía soliviantar a audiencias progresistas a pesar de defender presupuestos estatales balanceados y un plan de cuidados de salud que hacía que muchas familias trabajadoras tuvieran que pagar cientos de dólares al mes por su cobertura. Para disgusto de Kucinich, Dean fue capaz de crear una conmoción popular como la que el verdadero izquierdista de la campaña nunca pudo. Es más, al impulsar a todo el campo en una dirección populista, él eliminó la necesidad del tipo de reto “ajeno” que significaba Kucinich
Por supuesto, el tenor de las campañas volverá a girar hacia el centro en las elecciones generales. Pero el Partido Demócrata no será ya igual que antes.
Joe Trippi, el ex Director de Campaña de Dean ha sugerido que el entusiasmo promovido por la Internet que aceleró la campaña de Dean puede continuar más allá de la lucha por la nominación como un esfuerzo popular para promover el “Cambio para Estados Unidos”. Es un buen pensamiento, pero es improbable que los fieles en línea se movilicen para una campaña más allá de derrotar al actual presidente. Para bien o para mal, la atención del movimiento social ahora en este país está enfocada irremediablemente en el llamado a “Derrotar a Bush”. La campaña de Dean se sostuvo sobre ese sentimiento. Y mientras sus seguidores se dedican a ayudar a que Kerry sea elegido, su maquinaria se desmantelará ella misma.
La campaña de Howard Dean como candidato terminó con su derrota en Wisconsin. Sin embargo, llevó a los demócratas más allá de lo que yo pude imaginar. Por esa razón, le brindo una afectuosa despedida. Espero que vuelva pronto.