El Dr. Martin Luther King, Jr. frecuentemente dedicó parte de sus discursos a la naturaleza del amor. Luego de separar el eros romántico de aquel amor que se siente entre amigos, hizo énfasis en la necesidad de ejercer el ágape — un amor visionario hacia la humanidad que guió su activismo sin violencia. Otros con políticas significativamente diferentes a la suya coincidieron con este punto de vista : “Déjenme decirles, a riesgo de parecer ridículo,” alguna vez dijo el Che Guevara, “que el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor.”
En su libro mas reciente, titulado Freedom Dreams (Sueños de Liberación), el historiador innovador de movimientos, Robin D. G. Kelley, asume un riesgo similar al defender tales sentimientos. “Hay muy pocos espacios de política contemporánea,” argumenta, “donde las energías del amor y la imaginación son comprendidas y respetadas como poderosas fuerzas sociales.”
Freedom Dreams busca cambiar esto, establecer un espacio donde “la imaginación radical negra” se pueda celebrar sin empantanarse en omisiones históricas. Kelley escribe, a la medida de la historia, “virtualmente todos los movimientos radicales fracasaron porque las relaciones básicas de poder que buscaron cambiar permanecen casi intactas. Sin embargo, son precisamente sus sueños y visiones alternativos que inspiraron nuevas generaciones a continuar a la lucha por el cambio.”
Kelley también sostiene que la teoría política no puede ser meramente una cuestión académica. En cambio, debemos valorar el análisis proporcionado por la gente que lleva a cabo la labor cotidiana de organizar. “Los movimientos sociales generan… nuevas teorías, nuevas preguntas,” el escribe. “Sueños revolucionarios nacen del compromiso político.”
Hay que tener el corazón muy duro (o, como sugiere el mismo autor, hay que haber canjeado sus “sueños por la ortodoxia y el sectarismo”) para negarle el espacio a sus investigaciones de la “visión emancipadora” después de su tan sentida apelación. Utilizando la inusual estructura de amor e imaginación le permite traer una perspectiva fresca a lo que de otra manera serían trilladas historias de movimientos llamando al retorno al Africa, cambiantes posturas Marxistas a “la cuestión Negra,” feminismo negro, y argumentos para reparaciones monetarias.
Frente a lecturas que entienden los argumentos de regresar al Africa, como los de Marcus Garvey, como puntos de vistas ingenuos y utópicos acerca del continente negro, Kelley coloca estas propuestas en el contexto mas amplio de narrativas sobre el Exodo que hace mucho han sido temas centrales de los “sueños de auto determinación negra.” Aquí, la idea de Africa como el hogar de culturas proto-socialistas, libres de explotación, es en si muy significativo, no tanto como un romántico reflejo de la realidad, pero como una genuina expresión de esperanza para — e imagen de — libertad anti capitalista.
El deseo de escapar no es necesariamente escapista. Siempre atento a las fuerzas culturales, Kelley encuentra llamados políticos para dejar la presente sociedad en favor de algo mejor en sitios inesperados: desde el “Arkestra” de Sun Ra al “Mothership Connection” de Parliament/Funkadelic y la generación hip-hop.
Similarmente, en una de sus maniobras mas inesperadas, Kelley defiende el surrealismo como una fuerza política, combatiendo a los críticos que lo reducen a movimiento meramente estético. El los sostiene como “una revolución de la mente” — “un movimiento que invita soñar, que nos urge a inventar e improvisar, y reconoce la imaginación como nuestra mas poderosa arma.” Aquellos que pueden ser agrupados como partidarios del movimiento, el argumenta, incluye Americanos como Thelonius Monk, Richard Wright, Jayne Cortez, y Ted Joans.
De las varias formaciones activistas que el examina, Kelley hace el caso mas convincente de porque importa el feminismo negro. Mujeres Africano Americanas como Pauli Murray, Florynce Kennedy, Barbara Smith, Toni Cade Bambara, Angela Davis, y June Jordan no solo desempeñaron papeles importantes en el desarrollo de la segunda y tercera ola del feminismo en los EEUU. Ellas criticaron incisivamente las maneras en que “se genera el racismo, como se extiende el sexismo de manera racial, y como las diferencias de clase son reproducidas por el capitalismo y el patriarcado.”
Al defender las ideas de bell hooks que “el Feminismo es para Todos” ˆ argumentando que estas mujeres crean “una conversación de como todos podríamos imaginar y rehacer el mundo” — Kelley hace recordar las posturas que lo hicieron una voz efectiva en los debates sobre “políticas de identidad” a fines de 1990. Opuesto a los “sueños comunes” contemplado por aquellos como Todd Gitlin, que aparecen ser sospechosamente nostálgicos para la temprana New Left (Nueva Izquierda), los “sueños de libertad” de Kelley afirman un tipo diferente de universalidad. Esta visión es tomada de la firme lucha de los grupos enfrentados a múltiples formas de opresión. Rehusa dejar que todos los movimientos enfrentándose a temas de raza, género y sexualidad sean agrupados con la mas inanes guerras de cultura académica.
El argumento de Kelley crece de un compromiso personal con los mayores movimientos sociales después de los años sesenta. Utiliza las experiencias de estos movimientos para sugerir nuevas maneras de hallar terreno común. Muchas veces esto puede producir una crítica interna de las “políticas de identidad” que son de una vez mas mordaces y constructivas que aquellas ofrecidas por críticos de afuera. Sobre Barbara Smith, por ejemplo, Kelley escribe: “Desde el apogeo de los movimientos de derechos civiles, ella le ha estado diciendo a los blancos que combatir el racismo es necesario para su propia supervivencia y liberación, no cualquier acto filantrópico para ayudar al los negros oprimidos de los tugurios. Ella le ha estado diciendo a los activistas negros que combatir la homofobia es su punto de disputa porque el control de la sexualidad, sin importar a quien está dirigido, afecta a todos. Y ella ha criticado agudamente a los movimientos de lesbianas y gays por la estrechez de sus agendas políticas. Ella sabe lo que se necesita para ganar la libertad.”
Habiéndole dado a Kelley su espacio para emprender su investigación personal de la visión e imaginación, queda la pregunta de porque la superpotencia imperial de hoy se preocupará por aquellos ingeniando visiones alternativas desde adentro — mucho menos preocuparse por aquellos buscando (en las palabras del Grupo Surrealista de Chicago) “emancipar el deseo y abastecerlo con nuevas armas poéticas.” No todos los movimientos que Kelley perfila son igualmente excitantes. Hasta el admite que el grupo marginal Revolutionary Action Movement, al cual su libro le dedica un espacio considerable, se limita a las preocupaciones de ganar un “guerra colonial en casa.” Empero, su decisión de destacar este grupo, y evitar activistas que aparentemente no son sus favoritos, deja abierta preguntas apremiantes sobre como obran entre si la visión y la política cotidiana. El libro no es lo suficientemente reflexivo para satisfacer a aquellos debatiendo la clásica división entre el materialismo básico y la superestructura cultural. Y aun aquellos buscando inspiración se pueden preguntar si es realmente posible separar la imaginación de un movimiento de su actual organización.
Esto no es negar que la visión y la imaginación son cuestiones importantes — y no solo para activistas. Para sostener un “Imperio,” aquellos en el poder dependen tanto de cultivar un sentido de legitimidad para sus acciones como dependen de su fuerza militar. Cada vez apelan mas a una visión de libertad para justificar el poderío imperial. A la medida que los Imperialistas intentan amarrar el concepto a una ideología de “mercados libres” y “libre comercio,” el descubrir nuevamente nuestros propios sueños de libertad — de democracia de participación, libertad civil, auto determinación económica — será vital para combatir la expansión del poder corporativo y la agresión militar preventiva de Bush.
Kelley escribe que “Aunque la palabra… en los Estados Unidos está cargado de bagaje patriótico y jingoísta,” de todas maneras la libertad es vital al imaginar “lo que significa realizar plenamente nuestra humanidad.” La cantidad de personas que rechacen el punto de vista hegemónico de la libertad, y el número que conecten visiones alternativas con poderosos sentimientos de amor, llegarán lejos al determinar el alcance y duración del reinado de este Imperio.