NUEVA YORK — Durante las últimas semanas el país vivió bajo la alerta “alta” de terror por sólo la segunda vez desde los ataques del 11 de septiembre. La aprensión creada por este estado de aumento del riesgo amenazó con esconder un punto crucial. Otro ataque terrorista no debe justificar la política exterior de la administración Bush.
Esto puede parecer de sentido común, pero en realidad muchas personas tienden a apoyar al presidente en tiempos de crisis. Y esta administración ha demostrado estar demasiado dispuesta a utilizar la confianza del público para promover una agenda altamente politizada tanto interna como externamente. El Presidente Bush sin duda considerará otro ataque terrorista en el territorio nacional como una licencia para limitar aún más las libertades civiles y promover estrategias militares aún más agresivas.
Esto crea un círculo vicioso. Las actuales políticas de la Casa Blanca ya están trabajando para crear un mundo más peligroso. El otoño pasado Jimmy Carter argumentó que “un grupo fundamental de conservadores (está) tratando de satisfacer ambiciones largamente esperadas bajo la cobertura de la guerra proclamada contra el terrorismo”. Debiéramos poner la vendetta de la familia Bush contra Saddam Hussein a la cabeza de la lista. Un cartel prominente en las marchas por la paz dice: “Esta Guerra No me Hace Sentirme Más Seguro”.
Incluso conservadores como el Representante Ron Paul, republicano por Texas, han alertado que “la campaña de reclutamiento (de Osama bin Laden) va a recibir un buen estímulo” por parte de la guerra de Irak. “Vamos a probar a muchos musulmanes de todo el mundo lo que él ha estado diciendo exactamente durante todo este tiempo”, dice Paul, “que estamos allí para dominar, controlar y apoderarnos del petróleo”. A pesar de los esfuerzos de la administración por relacionar al gobierno iraquí con al-Qaeda, lo más probable es que las células terroristas celebrarían el derrocamiento del régimen del Partido Baath de Saddam Hussein, el cual es un obstáculo para el control fundamentalista de la región.
Lo que es interesante es que Saddam Hussein es una preocupación tan grande para George W. Bush que Osama bin Laden ni siquiera fue mencionado en el más reciente discurso del Estado de la Unión.
La disposición de Bush de un desempeño militar en solitario ha alienado a muchos de nuestros aliados y enfriado las posibilidades de la propia cooperación internacional que es esencial para realizar una batalla eficaz contra el terrorismo. Las actuales disputas con Francia y Alemania a consecuencia de las inspecciones de armamentos en Irak son solo el más reciente ejemplo. La Casa Blanca se ha retirado o ha puesto en peligro una larga lista de iniciativas multilaterales, tratados, acuerdos de control de armas y convenciones internacionales. Entre ellos se encuentran el Tratado de Misiles Anti-Balísticos, el Tratado de Prohibición Total de Pruebas Nucleares, la Convención de Armas Biológicas, la Convención de Minas Terrestres, el Tribunal Criminal Internacional y el Tratado de Kyoto para el control climático.
Estos acuerdos internacionales burlados hubieran podido hacer mucho en pro de un mundo más seguro y humano. Y éstos solo son el principio. Abundan otras propuestas para realizar una política exterior más responsable.
En enero un grupo de expertos de defensa y control de armamentos que trabajaban con el Proyecto de Prioridades Nacionales emitió un informe titulado “¿Unos Estados Unidos Más Seguros?” El informe demuestra la fuerte preferencia de la administración Bush por soluciones militares “preventivas” para los problemas internacionales, y argumenta a favor de alternativas “preventivas” más prometedoras y eficaces en cuanto a costo.
Por ejemplo, en vez de “prevenir” la remota posibilidad de que Saddam Hussein pueda algún día adquirir y distribuir armas nucleares, William Harding, un analista de defensa muy respetado, subraya la necesidad “preventiva” de salvaguardar y neutralizar el vasto almacén nuclear que ya existe en Rusia. Otros expertos argumentan que esta administración ha ignorado a menudo las herramientas económicas de la política exterior.
Es más, al variar nuestras prioridades de gastos para “preparar equivocadamente” a los militares para realizar encuentros de gran escala concebidos durante la Guerra Fría, estos expertos militares y del presupuesto dicen que podríamos enfrentar los asuntos económicos que crean inseguridad para los estadounidenses sobre una base diaria, tales como el cuidado de salud y el empleo estable.
No es una falta de propuestas lo que impide al Presidente Bush idear mejores políticas. Es la ideología. El próximo ataque debiera mostrar que el militarismo de Guerra Fría de esta administración y su postura unilateral son el enfoque erróneo.
Pero no debemos esperar a que los terroristas lo demuestren. Al manifestarnos en contra de la guerra en Irak y presionar en pro de soluciones anticipadas a los peligros en el exterior, podemos trabajar para impedir que sucedan los ataques futuros.