Temprano en la mañana del 24 de Julio de 1984, Dan Lafferty, un fundamentalista Mormón viviendo cerca a Provo, Utah, se levantó de la cama, rezó pidiendo una guía, y entonces se “sintió incitado por el Señor a recortar el cañón y mango de su escopeta semiautomática que tenía guardada en casa de su madre.” La absurda revelación sería cómica si, mas tarde el mismo día, Lafferty y su hermano mayor Ron no hubieran procedido a asesinar a una mujer de 24 años y su pequeña hija.
Las víctimas de este crimen fueron las esposa e hija de otro Lafferty, Allen, el menor de cinco hermanos. Los hermanos habían sido convertidos a una secta radical que se había separado del cuerpo principal de la Church of Jesus Christ of Latter-Day Saints (los Mormones) por su rechazo a ciertos dogmas religiosos, mas notablemente la poligamia, un credo muy estimado por los padres fundadores de la iglesia, Joseph Smith y Brigham Young.
Ron Lafferty, un auto proclamado profeta, creía poder comunicarse directamente con Dios. Cuando su cuñada Brenda rehusó someterse ante el deseo de los hermanos de tener “esposas plurales,” Ron recibió una “revelación de extirpación” indicando que ella y su hija de 15 meses eran “engendros de la perdición,” estorbos en el camino de la labor de Dios.
En su libro Under the Banner of Heaven: A Story of Violent Faith (Bajo la Insignia del Paraíso : Una Historia de Fe Violenta), Jon Krakauer intenta comprender la historia y los principios teológicos que produjeron esta “clara señal de extremismo religioso Americano.” Habiendo sido criado entre los Mormones en Corvallis, Oregon, Krakauer tiene un “deseo personal de asir la naturaleza de la creencia religiosa,” para comprender la “inflexible certeza de la fe” que expresaron sus compañeros de juego.
Al mismo tiempo, el tema del fundamentalismo tiene una clara resonancia pública. Durante una entrevista en una prisión de máxima seguridad, Krakauer le pregunta a Dan Lafferty sobre que tiene en común con los terroristas que destruyeron las torres de Nueva York. “Yo veo la similitud,” admite el aun no arrepentido convicto. “Pero la diferencia entre esos tipos y yo es que ellos estaban siguiendo un falso profeta, yo no.”
Krakauer estructura su libro con capítulos que alternamente cuentan la historia de los hermanos Lafferty y recuenta momentos fundamentales en el desarrollo del naciente Mormonismo. El autor encuentra material de mucho colorido en ambas estirpes, y crea insinuantes viñetas. Pero rebotar entre el “verdadero crimen” y la historia de la Iglesia puede ser agotador, desgastando el ímpetu de la historia. A pesar de la desarticulación, el libro se cocina a fuego lento en controversia.
Famoso por escribir sobre montañismo, Krakauer no puede describir en términos convencionales como un cronista político. Sin embargo, Into Thin Air, su relato de una expedición mortal al Monte Everest que hizo en 1996, mostró una montaña cubierta de balas de oxigeno desechadas, sherpas explotados, y aficionados sin experiencia dispuestos a pagar por la oportunidad de llegar a la cima. Su primer bestseller, Into the Wild, retoma los pasos de un joven universitario cuyo individualismo, inspirado por Tolstoy y Thoreau, lo compelen a rechazar las normas de la sociedad laborable, y finalmente lo llevan a la muerte en Alaska.
Mientras que la auto identificada atracción de Krakauer hacia los “extremos” siempre ha suscitado fuertes reacciones, la elección del tema de su nuevo libro aseguró que será su mas pugnaz hasta ahora. A su publicación, la Iglesia de los Latter-Day Saints emitió una fuerte condena desafiando la escolaridad histórica de Krakauer y llamando su enfoque sobre el fundamentalismo una calumnia injusta a su religión. Tanto Dan como Ron Lafferty fueron excomulgados por la corriente principal de los Mormones mucho antes que su fanatismo se volviera homicida, anota la iglesia. Pero Krakauer argumenta que el cultivo por parte de la iglesia de la obediencia piadosa, combinado con la renuencia a enfrentar los puntos oscuros de su pasado idiosincrático, alimentan el fervor fundamentalista.
Dede 1890, cuando los Latter-Day Saints, bajo fuerte presión del gobierno federal, repudiaron la práctica de la poligamia, los creyentes extremistas acusaron a la iglesia de abandonar sus enseñanzas sagradas por su deseo de ser aceptada por la sociedad Americana. A pesar de ser una pequeña minoría al lado de los 11 millones de Mormones a nivel mundial, las decenas de miles que se han unido a sectas fundamentalistas han dotado a un puñado de supuestos profetas modernos con extraordinario poder sobre sus comunidades enclaustradas.
Describiendo la prohibición de ver televisión o leer revistas en una prominente comunidad de polígamos en Arizona, Krakauer explica como la “vida en Colorado City bajo Rulon Jeffs,” el antiguo patriarca, “tiene mas de una pasajera semejanza a la vida en Kabul bajo los Taliban. La palabra del Tío Rulon lleva el peso de la ley. El alcalde y todos los empleados oficiales le responden a el, así como toda la fuerza policial y el superintendente de las escuelas públicas.” Dan y Ron Lafferty son quizás los mas famosos criminales en emerger de tales teocracias Norte Americanas, pero definitivamente no son los únicos.
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Sería una analogía demasiada crasa comparar la creencia de Dan Lafferty que el “estaba haciendo la voluntad de Dios” con el pronunciamiento del Presidente Bush el 24 de Junio , reportado en el periódico Ha’aretz de Israel, que “Dios me dijo que golpeara al-Qaeda y los golpee, y luego me dijo que golpeara Saddam, lo cual hice.” Sin embargo, escasamente valdría la pena considerar el fundamentalismo religioso en los EEUU sin hacer el viaje de Utah a Washington, D.C.
En una de sus pocas menciones de la Casa Blanca, Krakauer nos recuerda que, “Este, al fin y al cabo, es un pais dirigido por Cristianos renacidos … que caracterizan las relaciones internacionales como choques bíblicos entre fuerzas del bien y el mal. El oficial de la ley mas alto de la región, el Fiscal John Ashcroft, es un acérrimo seguidor de una secta fundamentalista Cristiana–la Asamblea Pentecostés de Dios — … y suscribe a una visión vívidamente apocalíptica del mundo que tiene mucho en común con creencias claves milenarias sostenidas por los hermanos Lafferty y los residentes de Colorado City.”
Krakauer no es el primero en notar, en la estela de 9/11, que nuestro pais [los Estados Unidos] es muy adepto en producir fanáticos. Rindiendo cuentas de gente como los Lafferty nos proporciona un importante medio para comprender la malevolencia de Osama bin Laden. Al mismo tiempo, la preocupación de actos horríficos de violencia inspirados por la religión nos pueden distraer de peligros mas prevalecientes basados en el conservatismo religioso. Mientras que la poligamia les mereció repudio y persecución, otros aspectos de su religión le reportó a los Mormones sitios de honor dentro del partido Republicano.
Hoy día, homofobia virulenta, anti feminismo declarado, y un continuo legado de racismo no descalifica a futuros servidores públicos. Krakauer recuenta en una nota al margen como los Latter-Day Saints pueden ser acreditados con derrotar, sin ayuda, la Enmienda de la Igualdad de Derechos en la década de los 70. Y, aun cuando la prohibición oficial de permitir el ingreso de gente con “piel oscura” al clero Mormón fue levantado en 1978, la iglesia aun rechaza la mezcla de las razas. Con la predicción de los sociólogos que habrá alrededor de unos 300 millones de Mormones a nivel mundial para el año 2080, la prodigiosa alianza de la derecha Norte Americana con leales capitalistas conservadores religiosos bien puede volverse mas fructífera en las décadas por venir.
Dos años antes de los asesinatos, cuando aun era un miembro honorable de su resguardo Mormón, Ron Lafferty fue descrito por sus vecinos como “limpio, Todo Americano.” Es esta respetable figura reaccionaria, mas que el universalmente aborrecido monstruo en el cual se iba a convertir, la que plantea una verdadera amenaza a la tolerancia en los EEUU.
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Para aquellos que no se encuentran alojados en los cuadrantes políticos mas conservadores de nuestra sociedad, no es placer pequeño ver a estos Mormones derechistas a la defensiva. Será entonces, que muchos de los lectores terminarán el libro de Krakauer simpatizando con el reclamo de los miembros de la Iglesia de los Latter-Day Saints que no los tratan con igualdad?
Puede ser divertido mofarse de dirigentes fundamentalistas quienes, luego de incorrectamente predecir que el Y2K desataría el Armageddon, culparon la falta de devoción de sus seguidores para impedirlo. Igualmente, es fácil maravillarse como una mujer quien, a través de una complicada serie de matrimonios polígamos, se convirtió en su propia abuelastra. Pero tomando nota de estos detalles sensacionalistas nos dice poco acerca de la vida ordinaria de los Mormones. Cualquier religión, y ciertamente la sociedad secular en si, tiene su cuota de locatos y fanáticos, pedófilos y asesinos. En este libro, la minoría fundamentalista se convierte en un maniquí para la crítica del autor contra la fe en general.
A través del libro, Krakauer describe la convicción religiosa como esencialmente irracional e ilusa. “La fe es la misma antítesis de la razón, la falta de juicio es un crucial componente de la devoción espiritual,” el escribe. Y al revivir la religión y la ciencia como dos opciones mutuamente exclusivas, desentierra un rancio debate que últimamente ha producido poca respuestas a las preguntas sobre la ética y el sentido. La propia búsqueda religiosa de Krakauer sería mas apremiante si no hubiera ignorado la vasta franja de teología moderna que ha propuesto un acomodo mas sutil entre razón y fe.
Su distanciamiento del mundo de la creencia también lesiona la narrativa de Krakauer. Por lo menos desde Orwell, la habilidad de implicarse en el tema, y sostener un tono moderado de auto impugnación, ha servido como marca clave de la credibilidad del ensayista. Krakauer lo sabe. Inversión personal intensa — sea su cercana identificación con el joven idealista descarriado en Into the Wild o su complejo de culpa por su incapacidad de salvar a los otros de morir en su expedición al Everest — es lo que hace exitosos a sus previos libros. Manteniendo la religión a distancia, su libro se vuelve voyerista. Es difícil culpar a los Mormones por objetarlo.
En una situación mundial aptamente descrita como un “choque de fundamentalismos,” muchos han reculado para alinearse bien sea con el fanatismo Taliban o el de Washington. Es igualmente desesperante elegir entre el absolutismo santurrón y el abandono a la fe que Krakauer propone como alternativa. En la religión como en la política, haríamos bien en aceptar ninguno de los dos.
Under the Banner of Heaven: A Story of Violent Faith
By Jon Krakauer
Doubleday, 372 pages, $26