Las monjas comúnmente trabajan en hospitales, escuelas, programas sociales donde se desempeñan como líderes leales y fuertes en muchas de tales comunidades espirituales, contribuyendo así con reforzar los puntos de vista de la teología cristiana en medio de discusiones que se presenten. Si esas monjas se fueran a una huelga, muchas de las instituciones de la Iglesia Católica se paralizarían.
Por supuesto, una parálisis como ésa sería un duro golpe, pero me gustaría verla, cuando, al ver a sacerdotes y a monjas en acción, no dudaría del dominio que un grupo ejerce sobre otro; sería agradable ver a los obispos encogerse rápidamente cuando las monjas digan “ya basta”.
Es cierto que las monjas tengan una buena razón para actuar de ese modo. Desde el mes de abril se ha desatado esa tempestad cuando el Vaticano condenó a las monjas norteamericanas por mostrar su independencia de pensamiento que se difiere del de los obispos, quienes, según nos enseña Roma, “son los auténticos educadores de la fe y la moralidad”. Es interesante la narración aparecida en el New York Times de junio 1, de cómo el Vaticano critica a las monjas por “enfocar su trabajo, relacionádolo principalmente con la pobreza y la injusticia económica, mientras mantienen silencio sobre el aborto y el matrimonio homosexual”.
Luego se presenta esta transgresión: “Durante el debate sobre la revisión de la salud en el 2010, los obispos americanos se opusieron al plan de la salud, pero decenas de monjas, de las que muchas son miembros de la Conferencia de Liderazgo (de Mujeres Religiosas), firmaron una declaración mediante la cual lo apoyan -apoyo que fue crucial para la administración de Obama en la batalla por la salud”.-
Para los pecados graves como de pasar demasiado tiempo con los pobres, el Vaticano ha encargado a un Obispo (no vale decir a un hombre) para que, se encargue de reestructurar la conferencia de las monjas, repasar el manual y aprobar o no a las hablantes seleccionadas para los eventos públicos –proceso que durará cinco años.
En síntesis, el Vaticano hace una parodia de sí mismo al desvelar sus posiciones más retrogradasy duplicándolas. Que el Papa acuse a las monjas de promover “temas feministas radicales” demuestra su ignorancia acerca del feminismo.
La semana pasada, aún cuando las monjas decidieron protestar públicamente, denominando tal censura como “carente de fundamentos” y “lleno de errores”, se fue Roma aún más lejos al condenar un libro escrito por la Hermana Margaret Farley, de setenta y siete años. No obstante que en el mencionado texto no insiste en condenar las enseñanzas oficiales de la Iglesia, obtuvieron referencias como de ser heréticas, dada la defensa de poder contraer los divorciados otro matrimonio, del masturbarse (¡el horror!), y para no mencionar más, la relación entre iguales sexos. La defensa de la libertad de tomar decisión ha demostrado, desde mucho tiempo, que los ataques a los derechos de reproducirse no han detenido el aborto, conforman una cruzada total contra la anticonceptiva, la libertad sexual y los derechos de las mujeres. Roma, con ese punto de vista, ha ido demasiado lejos.
En una respuesta punzante escribió la columnista Maureen Down de Times:
“La denuncia que hace en su libro la Hermana Farley se basa en el hecho de que ella se mantiene al día con el mundo moderno; rehúsa caerse en línea con el Vaticano que férreamente se mantiene colgado a un mundo incasto, ilusorio, donde mandan hombres que no permiten a las mujeres manifestarse, donde los homosexuales son objetos de referencias ofensivas, donde hombres y mujeres no pueden usar anticonceptivos, donde la masturbación es un grave desorden y el celibato una entronización, aún cuando rugen escándalos relacionados con la pedofilia.”
Por supuesto, las hermanas tienen amplia capacidad para hablar por sí mismas. El 18 de junio embarcará un grupo en un bus para hacer una cruzada a través de nueve estados donde visitarán los pequeños depósitos de alimento, los lugares donde se refugian los que no tienen casa y los ministerios de obras caritativas. Es una forma impresionante e inusual de desobediencia en una institución como la Iglesia.
El lunes la Hermana Simone Campbell visitó el Colbert Report para promocionar ese tour en el bus, sosteniendo que la misión es buena, ya que brinda unas oportunidades selectivas al satírico para enviarlas al Vaticano.
Desde su elección como Papa, el propósito de Benedicto XVI ha sido crear una Iglesia Católica más pequeña, pero, desde su punto de vista, más devota y obediente, lo cual significa que determinados católicos no merecen ser preservados dentro de la iglesia. Poco sabíamos que en la búsqueda de purificación, su deseo sería el de que fueran purgadas las mujeres.
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Photo: Thomas Altfather Good / Wikimedia Commons.