Respóndanme lo siguiente: ¿Tienen algo que perder los progresistas si se oponen a Elena Kagan por ser ella una selección demasiado conservadora para el Tribunal Supremo? No lo creo. Y creo que perdemos demasiado al defender la decisión de Obama sencillamente por deferencia hacia la administración.
El martes pasado, The New York Times señaló una importante tendencia: la derecha ha tenido mucho éxito al nombrar a verdaderos conservadores al Tribunal, mientras que la izquierda nunca ha logrado que se nombre a sus incondicionales. El artículo explica que:
La selección de la Procuradora General Elena Kagan como la jueza 112da. subraya una tendencia de un cuarto de siglo en la que presidentes republicanos por regla general instalan a firmes conservadores en el Tribunal Supremo, mientras que los presidentes demócratas seleccionan a candidatos que a menudo decepcionan a la base liberal.
Ciertamente la Sra. Kagan es demasiado liberal para los conservadores, los cuales rápidamente criticaron su nominación el lunes como una amenaza radical. Pero al igual que muchos nominados demócratas desde la década de 1960, ella no tiene el perfil que busca la izquierda, la cual ansía un contrapeso fuerte al líder conservador del tribunal, el Juez Antonin Scalia.
… Ningún nominado demócrata desde Thurgood Marshall en 1967 ha sido el tipo de campeón francamente liberal que la izquierda ansía, mientras que al Juez Scalia se le han unido otros tres sólidos conservadores como el presidente del Tribunal John G. Roberts, Jr. y los Jueces Clarence Thomas y Samuel A. Alito Jr. Según todas las opiniones, el Sr. Obama ni siquiera consideró a los candidatos más favorecidos por la izquierda, como Harold Hongju Koh, su asesor legal en el Departamento de Estado, o Pamela S. Karlasn, profesora de la Escuela de Derecho de Stanford.
Desde el anuncio de la nominación de Kagan el lunes, varios comentaristas progresistas han señalado que su confirmación significaría que el tribunal no se desplazaría más a la derecha, ya que ella no es tan progresista como el juez saliente John Paul Stevens. Por su parte, Norman Solomon citó al profesor de Derecho Francis Boyle: “Durante su proceso de confirmación como Procuradora General, Kagan apoyó explícitamente la falsa categoría de ‘combatiente enemigo’ promovida por la administración Bush, cuya implementación ha sido un crimen de guerra por derecho propio”, señalo el mes pasado el profesor Francis Boyle, de la Universidad de Illinois. “Ahora, en su cargo actual de Procuradora General, Kagan es la estratega de la continuación de las posiciones ilegales e inconstitucionales de la administración Bush en las litigaciones en los tribunales federales de todo el país, incluyendo el Tribunal Supremo”.
Boyle agregó: “Kagan ha dicho: ‘Me encanta la Sociedad Federalista’. Este es un grupo de derecha; casi todos los abogados de la administración Bush responsables de sus memorandos de guerra y tortura son miembros de la Sociedad Federalista”.
De la misma forma, Glenn Greenwald brindó una valoración detallada en Salon en la que preguntaba: “¿Por qué es aparentemente imposible encontrar tan siquiera una sola palabra suya en la última década acerca de las radicales teorías del poder ejecutivo que la administración Bush invocó para cometer graves crímenes y otros abusos?” Y Marjorie Cohn escribió en Alternet: “Durante su audiencia de confirmación para el cargo de procuradora general, Kagan estuvo de acuerdo con la aseveración del senador Lindsey Graham de que en tiempo de guerra el presidente puede mantener detenidos indefinidamente a sospechosos de terrorismo, y de que el mundo entero es un campo de batalla”. Por el contrario, argumenta Cohn, “el juez Stevens votó a favor de una amplia aplicación de nuestras leyes de derechos civiles”.
Mientras que los derechistas han tratado de presentar a Kagan como otra instigadora comunista al estilo de Obama, no hay nada en su menguado historial que lo confirme. Lo más que pueden decir es que se opuso a la política de “no preguntar, no decir”, y que fue asistente de un verdadero juez liberal, Marshall. Sin embargo, están tratando de crear un gran escándalo de ambas cosas.
Y esto me lleva al punto estratégico. No importa cuan centrista sea la propuesta de Obama, la derecha ataca con todas sus fuerzas. Mientras tanto, los progresistas se encuentran en la situación de defender a un posible juez del Tribunal Supremo que realmente no representa nuestros ideales y no está a la par de los campeones que los conservadores tienen en Scalia, Alito, Thomas o Roberts. Esto me parece que es una receta para un desplazamiento a la derecha.
Se parece mucho a lo que sucede en el campo legislativo, cuando los demócratas promueven posiciones pre-comprometidas que luego son diluidas adicionalmente en el debate con los republicanos. Se me puede convencer de que en algunos temas los progresistas deben apoyar una posición de compromiso porque puede ser lo mejor que podemos conseguir en un momento determinado, que lo perfecto no debe ser el enemigo de lo bueno, y que adoptar una posición más radical y perder puede dañar un plan más progresista. (Por ejemplo, hubo un debate valioso en este punto acerca de los servicios de salud.) Pero con el Tribunal Supremo, no veo la ventaja en apoyar a una centrista poco inspirada. Si nos quedáramos con Kagan después de una larga y sangrienta batalla que dejara en claro que es prácticamente imposible confirmar un mejor candidato, sería una cosa. En realidad, creo que la izquierda debiera demostrar que hay defensores elocuentes de un candidato decididamente progresista y de que alguien como Kagan es una concesión innecesaria para con los conservadores.
Otro fragmento interesante en el artículo del Times dice: “¿Qué gana el presidente Obama al promover a un activista judicial firmemente progresista y liberal?”, pregunta Leonard A. Leo, un líder conservador que ayudó al presidente George W. Bush a confirmar al presidente del Supremo Roberts y a Alito. “Las encuestas sugieren que no es algo que agregue mucho valor a sus objetivos políticos inmediatos”.
En el centro de la política está la tarea de crear un sentido para los funcionarios electos de que hay un precio político que pagar por adoptar una posición en vez de otra. A no ser que los progresistas estén dispuestos a demostrar a Obama que selecciones mediocres como la de Kagan indignan a su base demócrata y le hacen más difícil operar en otras áreas, solo nos quedará la esperanza de que en el futuro él adopte otras posiciones más atrevidas solo a partir de sus convicciones. No hace falta decir que no es algo que sucede con mucha frecuencia en Washington.