Al hablar en un mitin de campaña en febrero, el Senador Barack Obama censuró a “líderes (que) cambian sus posiciones acerca del comercio según la política del momento”. Argumentó que “Necesitamos un Presidente que escuche a la Calle Real, no solo a Wall Street; un Presidente que esté junto a los trabajadores no solo cuando sea fácil, sino cuando sea difícil”.
Estas palabras se mantienen vigentes para las elecciones generales como lo fueron para las primarias, cuando las demandas de la base acerca de una política comercial que realmente respete los derecho de los trabajadores y proteja el medio ambiente convirtió el tema en un asunto álgido de campaña. Sin embargo, actualmente el supuesto nominado demócrata corre el peligro de retroceder hacia la defensa usual de la globalización corporativa para el hemisferio.
En una entrevista en junio para la revista Fortune, Obama se alejó de sus anteriores denuncias del Acuerdo de Libre Comercio de Norteamérica (ALCAN). Al preguntársele acerca de sus comentarios que caracterizaban al acuerdo de “devastador” y “un gran error”, Obama dijo que “a veces en las campañas la retórica se caldea demasiado y se amplifica”. El candidato entonces suavizó su anterior propuesta de renegociar el ALCAN y dijo que simplemente favorecería “abrir el diálogo” con Canadá y México.
Obama también fue criticado este verano por parte de activistas sindicales por nombrar como su máximo asesor económico a Jason Furman, un economista que ha defendido la política de “libre comercio” y se ha alineado con sectores económicamente conservadores del Partido Demócrata.
Estas señales son preocupantes, porque los argumentos realizados durante las primarias demócratas fueron no solo precisos –también raras veces son mencionados en el establishment de Washington que parece olvidar la manera en que la economía a favor de las corporaciones ha afectado adversamente a los trabajadores, tanto en el país como en el exterior.
Hay buenas razones para creer que el ALCAN –y la agenda más amplia que representa– fue en realidad un gran error. El Presidente Clinton prometió que el acuerdo aumentaría un superávit comercial con México. Sin embargo, ahora tenemos un déficit en la balanza comercial con ese país que subió en flecha hasta un récord de $74,3 mil millones de dólares en 2007. él prometió que las preocupaciones laborales y medioambientales serían enfrentadas justamente por los “acuerdos laterales” del ALCAN. En realidad, los que han inspeccionado la zona maquiladora en el norte de México, como el periodista David Bacon, autor de Los hijos del ALCAN, han descubierto abusos gratuitos al medio ambiente y a los derechos humanos.
Estas están entre las razones de por qué 56 por ciento de los que respondieron a una nueva encuesta de Rasmussen en junio dijeron que el ALCAN necesita ser reexaminado, mientras que solo 16 por ciento pensaron que no. Como reportó la firma, los electores “de todos los grupos de edad, niveles de ingreso, nivel de educación y categoría política creen abrumadoramente que debe ser renegociado.”
La administración Bush espera expandir su economía de “libre comercio” ratificando para fines de año un acuerdo con Colombia. Durante las primarias, la Senadora Hillary Clinton criticó el documento al citar “los antecedentes de supresión y de asesinatos selectivos de organizadores sindicales” en Colombia. Por suerte, Obama también expresó su oposición al acuerdo.
A principios de julio, el Senador John McCain viajó a Colombia, un país que él ha llamado “un faro de esperanza en la región”, para promover el potencial acuerdo comercial. En realidad, su viaje solo puso en evidencia el desastre que es actualmente la política exterior en Latinoamérica. McCain fue forzado a alabar excesivamente los dudosos logros del gobierno colombiano, en gran medida porque tiene tan pocos aliados que alabar. Si hubiera visitado casi cualquier otra nación en Sudamérica, lo más probable es que hubiera sido recibido con protestas masivas.
Países como Argentina, Bolivia, Brasil, Ecuador, Paraguay y Uruguay han elegido líderes progresistas en los últimos años y han reafirmado una mayor independencia de la Casa Blanca. Esto ha sido no por las maquinaciones del presidente venezolano Hugo Chávez, como quisiera hacernos creer la administración Bush, sino porque los dictados de “libre comercio” por parte de Washington en décadas recientes han creado enormes desigualdades en sus sociedades y no han servido a la mayoría de sus pueblos.
Al responder a las exigencias del pueblo norteamericano de un nuevo tipo de política comercial, Obama como presidente tendría la oportunidad tanto de atender las necesidades de la gente trabajadora de este país como de mejorar las relaciones de Estados Unidos con sus vecinos del Sur. Pero solo evitando una retirada hacia la globalización corporativa podrá el candidato cumplir con su llamado a un cambio tan necesario.