A primera vista parecería que hacen falta pocas instrucciones para perderse, y que pocos querrían cultivar el poco talento que tuvieran para hacerlo. Pero en su nuevo libro, Una guía de campo para perderse, Rebecca Solnit ofrece razones atrayentes a favor de una situación más evitada que deseada. Casi al principio ella cita al teórico Walter Benjamin: “No poder encontrar un lugar en una ciudad puede ser poco interesante y banal. Pero perderse en una ciudad -como se pierde uno en un bosque- requiere un entrenamiento muy distinto”.
Con una serie de ensayos ligeramente relacionados, Una guía de campo nos ayuda tanto a brindarnos la educación necesaria para el abandono existencial como a explicar el mérito de esa actitud. Solnit escribe: “Perderse: una rendición voluptuosa, perdido en tus brazos, perdido del mundo, totalmente inmerso en lo que está presente de manera que su entorno se desvanece. En los términos de Benjamin, perderse es estar totalmente presente, y estar totalmente presente es ser capaz de existir en la incertidumbre y el misterio”.
La preocupación de Solnit por la conciencia y la identidad abre un amplio terreno. Un escritor pudiera andar en diferentes direcciones al describir el proceso de perder el yo y encontrarlo de nuevo. Eso es precisamente lo que Solnit hace. Su estilo es tangencial, asociativo. Pasa de analizar el filme Vértigo y el enamoramiento de la película con el área de la bahía de San Francisco, donde ella vive, a discutir su propio enamoramiento con el desierto de Mojave, pasando por la historia del conquistador español Cabeza de Vaca. Este explorador, después de haberse perdido irremediablemente en el interior de lo que luego fue Estados Unidos, pasó años vagando en busca de sus compatriotas, sólo para descubrir, una vez que los encontró, qué él tenía más en común con los pueblos nativos que había llegado a admirar que con los colonizadores.
Solnit es idiosincrásica y conocedora. Acerca de su primera juventud escribe: “El rock punk había irrumpido en mi vida con la fuerza de una revelación, aunque hoy no puedo calificar la revelación más que como una intensidad de tempo e insurreccional que se equiparaba con la presión explosiva de mi psiquis”, y entonces inesperadamente trae a su mundo punk a Keats, Nabokov, Borges y El guerrero del camino. Uno sólo puede preguntarse si ella analizará cuidadosamente un comentario extemporáneo de un amigo o un pasaje de Thoreau.
Uno rápidamente detecta un sentido de control en su divagación de libre estilo. La inteligencia que guía los ensayos personales de Solnit recuerda a Annie Dillard, mientras su afecto naturalista por el desierto del Sudoeste y el Gran Lago Salado son como una reminiscencia de Terry Tempest Williams. Pero la propia Solnit no es ninguna neófita. Antes de Guía de campo ya había publicado ocho libros, incluyendo Sueños salvajes, un libro acerca del fotógrafo Eadweard Muybridge, el cual ganó el premio del Círculo de Críticos de Libros de la Nación.
La notoriedad de Solnit como escritora política ha aumentado considerablemente durante los últimos dos años, en parte debido a Tom Engelhardt, cuyo TomDispatch.com distribuye no sólo sus propios ensayos dedicados a la ocupación de Irak por EE.UU., sino también trabajos de otros autores con quienes ha hecho amistad, entre los cuales de destaca Solnit. De sus ensayos para TomDispatch. com salió su octavo libro, Esperanza en la oscuridad, un prontuario acerca del activismo en tiempos premonitorios.
“Me preocupa que ella se pueda salir con la suya diciendo cosas que no son ciertas, pero que son bonitas”, me dijo un amigo acerca de ese libro anterior. Esto parece un riesgo probable. Los que nos hemos cansado de las celebraciones nada críticas de la “organización por Internet” y del poder revolucionarios de las Zonas Autónomas Temporales inspirado en el anarquismo encontraremos unas pocas fuentes de queja en el tratado de Solnit acerca de la esperanza. Sin embargo, hay mucho más cosas en ese delgado volumen que son tan ciertas como poéticas: “Las causas y los efectos suponen que la historia marcha adelante”, escribe ella, “pero la historia no es un ejército. Es como un cangrejo que avanza de lado, una gota de agua sobre una piedra, un terremoto que rompe siglos de tensión”.
Con su nueva Guía de campo, Solnit se gana nuestra confianza debido a la fuerza de sus reflexiones personales y su perspicacia cultural. Nos recuerda que la palabra lost (perdido, en inglés) proviene del antiguo nórdico los, “que significa la disolución de un ejército, y este origen sugiere a soldados que salen de formación para irse a casa, una tregua con todo el mundo”. Y agrega: “Me preocupa ahora que muchas personas nunca disuelven sus ejércitos, nunca van más allá de lo que saben”. Sin duda es un temor justificado. Y debiera hacernos desear que Solnit encuentre a muchos seguidores para su tutelaje en lo desconocido, que demuestra ser tan hermoso como cierto.